Corpus Christi. Una tradición perdida en Calatayud fácil de recuperar
En la primera mitad del siglo XIII la monja agustina Juliana de Lieja, o de Cornillon por pertenecer a este monasterio, dedicó su vida a promover la devoción al Corpus Christi. Con el apoyo de su director espiritual y de numerosos teólogos enviaron al obispo Roberto de Thourotte la petición para celebrar una fiesta dedicada exclusivamente a la Eucaristía en el primer jueves de la octava de Pentecostés. El obispo trasladó a Roma la propuesta y el papa Urbano IV, con la bula Transiturus de hoc mundo, hizo oficial, en el verano de 1264, la solicitada festividad.
La devoción al Cuerpo de Cristo ya era un hecho en Daroca que desde 1239 venera a los Sagrados Corporales. Además, dos pueblos de la comarca bilbilitana fueron testigos de sendos milagros eucarísticos por aquellas fechas: el Misterio de Aniñón en 1280 y el Santo Dubio de Cimballa en 1370. Años más tarde, concretamente en 1601, el pueblo de La Vilueña fue testigo de otro milagro eucarístico. El carmelita aragonés Roque Faci, en Aragon Reyno de Christo y dote de María Santísima de 1739, recoge, además de las tres anteriores, otras dos reseñas de milagros del Santísimo Sacramento, en lugares cercanos a Calatayud: Paracuellos de Jiloca y Villanueva de Jalón. Queda claro el fervor que al Santo Sacramento ha profesado nuestra comarca.
Conviene recordar que el Patrón Universal de los Congresos y Obras Eucarísticos, y de la Adoración Nocturna española, San Pascual Bailón, nació en Torrehermosa en 1540. Pastoreaba Pascual Bailón Yubero a sus ovejas en Orito (pedanía de Monforte del Cid, en la provincia de Alicante), donde tomó el hábito franciscano, cuando tuvo una visión de Jesucristo en la Sagrada Eucaristía. En el siglo XVII se levantó una ermita en el lugar exacto en el que había sucedido el hecho, que se conoce con el nombre de la Aparición.
Desconocemos cuando empezó a celebrarse la festividad del Corpus en Calatayud, pero tenemos noticia de un hecho singular ocurrido en la procesión de 1328. En aquellos años la ciudad estaba dividida en dos bandos capitaneados por sendas familias, los Sayas y los Liñanes. Protectores unos de la iglesia de Santa María y los otros de la de San Andrés, decidieron ambos organizar su propia procesión con el Santísimo. En algún momento se encontraron y, como no podía ser de otra manera, acabaron a farolazos. El obispo de Tarazona tomó cartas en el asunto y mandó que en lo sucesivo la procesión saliera de la colegiata de Santa María con la obligación de pasar por la iglesia de San Andrés.
Durante mucho tiempo la procesión atravesaba la iglesia del apóstol entrando por la puerta principal y saliendo por la falsa. Más tarde pasaba por la plaza de San Andrés con las puertas de la iglesia abiertas de par en par, todas las luces encendidas y las campanas volteando a fiesta.
En los años 90 del pasado siglo aprovechando que San Andrés se encontraba en obras el abad de Santa María, que tenía diferencias con el cura de San Andrés, decidió cambiar un recorrido que había permanecido inalterable casi seiscientos años.
En estos tiempos en que concurren en la misma persona los cargos de abad de Santa María y párroco de San Andrés, con la colegiata ya abierta, no sería difícil que la procesión del Corpus vuelva a salir de sus naves y recuperar un recorrido que nunca debió perderse. Son estos pequeños detalles, estas simples liturgias, los que distinguen a los pueblos.
Recogemos otras curiosidades sobre esta celebración que pueden resultar interesantes:
En 1550 los carniceros daban a la ciudad un toro para celebrar esta fiesta.
En 1632 se decidió que la procesión fuese por la tarde y que El padre de huérfanos se ocupase de la limpieza y adorno de las calles. (Otra tradición que se ha perdido incluso en lo particular. Hasta hace no muchos años los balcones del recorrido se adornaban con banderas y colgaduras y desde algunas casas se lanzaban pétalos de rosa al paso del Santísimo. La última en hacerlo fue la casa de las salamanquesas de la calle de Gracián.)
La procesión era General y a ella acudían las cofradías con sus peanas, siendo algunas imágenes creadas de propio para este acto. En la primera mitad del siglo XX el obispo mandó que la Custodia fuera el único paso en este desfile.
El templete que cobija al Santísimo fue realizado por el escultor bilbilitano José Alegre hacia 1840.
Y como ocurre con los patrones y con San Paterno, la ciudad solemniza la fiesta con el toque del Reloj Tonto.
Desde 1990 como en casi todos los pueblos de España la conmemoración del Corpus Christi se trasladó al domingo siguiente del primer jueves de la octava de Pentecostés.