De las más de 40 ermitas localizadas a lo largo de la historia en la ciudad de Calatayud, distintas fuentes documentales dan por desaparecidas una cifra cercana a la docena. De algunas se desconoce su ubicación, pero de otras quedan datos del lugar en que se asentaron o, por lo menos, de cómo se accedía al mismo. Siguiendo estas indicaciones, nos hemos visto sorprendidos al comprobar que de algunos de estos modestos templos todavía asoman vestigios en su recuerdo. Este es el caso de la ermita de Santa María Egipciaca en Calatayud, edificación que Cos y Eyaralar, en sus conocidas Glorias, sitúan en la cumbre de la colina en cuyo pie se halla la de Illescas, inmediata al callejón de Asnamuerta y que en 1845, año de la publicación, sólo quedaban de ella unas paredes algo demolidas. No teníamos certeza del lugar exacto ni de que quedase pared alguna, pero la información encontrada en el Catálogo del Patrimonio Cultural del Ayuntamiento nos dio ánimos y esperanzas para disponernos a localizar los restos de la ermita dedicada a tan singular advocación.
Efectivamente, tal y como Cos y Eyaralar recogen, allí se encontraban los restos de dos paredes de lo que seguramente fue un lugar de concentración de bilbilitanos para venerar a la santa.
Por supuesto, las indicaciones del citado catálogo fueron determinantes para la localización de los restos de esta ermita que ignoramos si dependía de alguna orden eclesiástica o parroquia, y si alguna cofradía o hermandad se ocupaba de ella. Lo que es evidente que Santa María de Egipto gozaba de cierta devoción en Calatayud y no sólo por contar con un espacio donde venerarla. En la Guía de la ciudad monumental de Calatayud, López Sampedro y Borrás hacían una descripción exhaustiva de San Pedro Mártir de Verona, magnífica iglesia del convento de predicadores y, entre sus retablos, daban pormenorizada cuenta de uno contratado en 1493, cuya calle central estaba dedicada a Santa María Egipciaca. Por otro lado, las clarisas en su traslado a Fitero llevarón consigo un lienzo, firmado por Vicente Berdusán a comienzos de la década de los setenta del siglo XVII, en el que se representa a la santa de medio cuerpo, que incluso pudo proceder del convento de San Francisco, ocupado hasta su marcha por las religiosas de Santa Clara. Esta pintura, dada a conocer por Ricardo Fernández Gracia de la Universidad de Navarra, se encuentra actualmente en Tudela al haber cerrado sus puertas la congregación en la ciudad de Fitero en el año 2009.
Los restos de la ermita han quedado dentro de una propiedad particular y el espacio interior, que seguramente custodió una imagen o pintura representando a la santa arrepentida, contiene ahora dos vistosos depósitos de agua para riego por goteo.