Enclaustrados mayo 2022

Enclaustrados mayo 2022

Visita a la antigua sala capitular

Cada año, en torno al 18 de mayo, se celebra el Día Internacional de los Museos y, como viene siendo habitual, el Museo de Santa María de Calatayud se suma a este evento a través de las actividades que la Asociación Torre Albarrana programa en el mismo para la ocasión. El objetivo de este día es concienciar sobre el hecho de que los museos son un importante medio para el intercambio cultural, el enriquecimiento de las culturas, así como para el desarrollo de la comprensión mutua, de la colaboración y de la paz entre los pueblos. Para esta edición el tema elegido es El Poder de los Museos, que tienen la potestad de transformar el mundo que nos rodea y, como lugares incomparables de descubrimiento, nos enseñan nuestro pasado y abren nuestras mentes a nuevas ideas, dos pasos esenciales para construir un futuro mejor.
Como es sabido las obras del Museo de Santa María se exponen en el espacio que constituye el Claustro Mudéjar, patrimonio mundial, que actualmente se encuentra en proceso de mejora y permanece cerrado por obras de rehabilitación desde agosto de 2021. No queremos que esta circunstancia impida que celebremos el Día Internacional de los Museos y, sirviéndonos de nuestras páginas web, queremos sumarnos a tan significativa efemérides, de la mejor manera que sabemos, paseando por el precioso y entrañable espacio que constituye el Museo de Santa María de Calatayud, recordándolo y conectándolo con la celebración de tan significativo día.
En esta ocasión, y dado que visitar todo el museo sería demasiado abrumador, recorreremos de modo virtual la sala capitular vieja, uno de los rincones más interesantes del mismo que encierra verdaderas joyas medievales. La visita será de la mano del director del mismo, Wifredo Rincón, autor de la última guía del Museo de Santa María.

Los primeros tramos de la crujía oeste del claustro están ocupados por el acceso a la sala capitular vieja, con magnífica portada en alabastro de amplio vano central apuntado y ventanas geminadas a los lados, también con arcos apuntados.

En esta dependencia, con planta cuadrada y cubierta con bóveda de crucería sencilla, coetánea de las obras que alberga, se ha ubicado la mayoría de la pintura medieval que forma parte del patrimonio de la colegiata y que debe considerarse como un magnífico ejemplo de la que se ha llamado “escuela de pintura gótica de la comarca de Calatayud”, en la que se integraron un significativo grupo de pintores que a lo largo de todo el siglo XV trabajaron en la ciudad de Calatayud y en su entorno, dejando una importante producción pictórica tanto por su calidad como por el elevado número de obras, lo que nos es conocido por la documentación existente en el Archivo de Protocolos Notariales de Calatayud, y por las numerosas obras afortunadamente conservadas. Se muestran también aquí tres esculturas medievales de notable importancia.

Comenzamos la descripción por el lado izquierdo de la sala donde se encuentra en primer lugar un Calvario, de la segunda mitad del siglo XV, que formaba parte, como remate, de un retablo del que no conocemos ninguna pintura más. A su lado, y a manera de tríptico, se exponen tres pinturas sobre tabla de Santa María Magdalena, San Vicente Mártir y San Juan Bautista. Las dos laterales, muy similares, podrían corresponder a un mismo retablo, mientras que la central junto al banco que se encuentra en este mismo muro, formó parte de un retablo dedicado a San Vicente Mártir que estuvo en la capilla de los Granada en la desaparecida iglesia de San Torcuato, de Calatayud. Se trata de una obra realizada al temple sobre tabla, en el último cuarto del siglo XV, en algunos de los talleres existentes en ese momento en Calatayud. La tabla central muestra al santo mártir aragonés vestido con dalmática, de acuerdo con su condición de diácono y lleva en sus manos, como atributos del martirio, la palma y un rastrillo con púas de hierro, apareciendo en el suelo la rueda de molino con la que su cuerpo fue arrojado al mar.

El banco se compartimenta en cinco casetones, en los que se representaron escenas de la vida y martirio del diácono San Vicente. De izquierda a derecha: El obispo de Zaragoza San Valero ordena de diacono a San Vicente, que se encuentra arrodillado a sus pies, transcurriendo la acción en el interior de la catedral, descrita con gran lujo de detalles; San Valero y San Vicente, una vez apresados, son llevados ante Daciano; San Vicente en el ecúleo, sometido al tormento de los rastrillos con púas de hierro; Muerte de San Vicente en un interior, del que destaca la puerta claveteada de entrada, se representa el momento de la muerte del santo, tendido en un lecho, tras los distintos suplicios, destacando en esta pintura como sale el alma de su boca en forma de una figura femenina y, por último, el Entierro de San Vicente, que a imitación de Cristo, es colocado en un sepulcro por dos hombres, acomodando una mujer el sudario sobre el lacerado cuerpo del mártir. Junto al sepulcro la rueda de molino con la que, finalmente, fue arrojado su cadáver al mar.

En el muro frontal se encuentra, en primer lugar, la imagen de Nuestra Señora de Mediavilla colocada sobre un plinto gallonado y dorado del siglo XVII. Se trata de la primitiva titular del antiguo templo medieval que presidía el desaparecido retablo mayor gótico. De bulto redondo, tallada en madera, dorada y policromada, es de grandes dimensiones y se fecha en la segunda mitad del siglo XV. De pie, sostiene en su brazo izquierdo al Niño Jesús, y en ambos se aprecia una notable rigidez que les proporciona rasgos arcaizantes. La cabeza fue alterada para colocarle una corona de metal, que no se conserva.

Notable interés tiene el retablo de la Epifanía, o la Adoración de los Reyes, que centra y preside la sala. Obra atribuida al pintor Tomás Giner, o a su taller, se fecha en la segunda mitad del siglo XV. Pintado al temple sobre tabla, consta de banco, cuerpo de tres calles y remate o ático. En el banco, integrado por cinco tablas, fueron representados, de izquierda a derecha, San Sebastián, San Fabián, San Antonio Abad, San Cosme y San Damián, todos ellos sedentes en sitiales góticos y ante un paisaje con dos árboles. Por lo que se refiere al cuerpo del retablo, destaca en él la tabla central con la escena de la Adoración de los Reyes con un sugerente paisaje, habiéndose apuntado por la Dra. Lacarra, especialista en la pintura gótica aragonesa, que el “pintor parece haberse inspirado para su composición en la escena central del retablo mayor de La Seo de Zaragoza”. Delante del portal, construido con madera y ladrillo, y dentro del cual se encuentran la mula y el buey, una especie de cortina sirve para enmarcar las figuras principales que conforman la escena: la Virgen María con el Niño Jesús en su regazo sosteniendo uno de los presentes ofrecidos por los Reyes Magos, que se encuentran delante y a los lados. San José atiende al desarrollo del momento, destacando de esta figura que, frente a los nimbos circulares de la Virgen y el Niño, lleva un nimbo poligonal, utilizados en el arte medieval para destacar aquellas figuras consideradas del Antiguo Testamento. Los pajes de los Reyes montados en caballos ricamente enjaezados bajan por un bello paisaje con colinas, sobre la que se encuentra una ciudad. En el primer plano, y como detalle anecdótico, destacar el banco de carpintero de San José con algunas de sus herramientas.

Sobre esta tabla se dispone otra con el Calvario, habitual coronamiento de los retablos góticos, con la figura de Cristo en la cruz y, a ambos lados, sedentes, las de la Virgen María y el apóstol San Juan. Delante de la cruz comienza un camino que lleva hasta dos poblaciones, una de ellas Jerusalén, que se encuentran al fondo. 

En las calles laterales figuran seis escenas de la vida de la Virgen, tres por lado, en las que se representa, de arriba hacia abajo, la Anunciación, la Natividad y la Resurrección, en el lado izquierdo, y la Ascensión, Pentecostés y la Coronación de la Virgen, en el derecho. En todas ellas destacan las elegantes formas de las figuras y el brillante colorido, además de la dulzura de los rostros y la cuidada ejecución con numerosos detalles.

Aunque conserva en parte los doseles y tracerías góticas que remataban las tablas, debido a las distintas ocasiones en las que ha sido desmontado y montado, se ha perdido la mazonería ornamental exterior. Este retablo figuró en la Exposición Internacional de Barcelona celebrada en 1929. 

Al otro lado del retablo de la Epifanía se encuentra una imagen de Cristo crucificado, talla en madera policromada fechable en el siglo XV, de gran tamaño,que procede de la iglesia de San Pedro de los Francos. De tres clavos, el cuerpo muerto de Cristo con la cabeza inclinada, cuelga del madero superior, siendo interesante destacar el estudio anatómico y el amplio desarrollo del paño de pureza. 

Ya en el muro lateral derecho encontramos distintas pinturas que se atribuyen al taller de Domingo Ram. Se trata tres grandes tablas y un banco de un incompleto retablo dedicado a San Isidoro, arzobispo de Sevilla, pintado al temple sobre tabla en la segunda mitad del siglo XV. Tanto en la central, como en las laterales, dedicadas a San Ambrosio y San Nicolás de Bari, los santos aparecen identificados con letra gótica, destacando la riqueza de sus vestiduras, de las mitras y de los báculos, todo ello con dorados en relieve. 

En el banco, en las cinco tablas figuran, de izquierda a derecha: Santa Ana, San Gregorio; las Lamentaciones sobre Cristo muerto, San Jerónimo y Santa Margarita. Las figuras de los santos aparecen sedentes en amplios tronos, que se recortan ante un paisaje con arbolado.

Con motivo de las obras de reforma y el cierre del templo colegial, fue trasladada hasta este lugar la imagen conocida como la Virgen Blanca que, una vez concluida la restauración, ha vuelto al interior de la colegiata en la capilla de su advocación. Se trata de una obra del segundo cuarto del siglo XIV, labrada en piedra y policromada, que sigue modelos franceses. Vestida con túnica y manto, de pie, mira amorosamente al Niño Jesús que sostiene en el brazo izquierdo, mientras que en la mano derecha tiene una manzana.

En agosto de 2019 fue depositada en el museo una talla de la Virgen de la Aparición. Se trata de una copia del siglo XVI de la Madonna di Trapani, realizada en alabastro blanco con restos de la policromía y del dorado originales. Procede de la iglesia de San Pedro Apóstol en la Granja de San Pedro, término municipal de Monreal de Ariza, perteneciente a la comarca Comunidad de Calatayud y a la diócesis de Tarazona.

El día 24 de septiembre de 2017, dentro de los actos celebrados por el bicentenario del nacimiento de Vicente de la Fuente, se descubrió una placa, obsequio de la Asociación Torre Albarrana, como recuerdo y agradecimiento a este bilbilitano de valía excepcional, cuyos restos reposan bajo la sala capitular.

En la parte superior de los muros se han colocado varias claves de madera, del siglo XV, de estilo gótico que con anterioridad a las últimas restauraciones del claustro se encontraban decorando las bóvedas colocadas sobre las claves pétreas originales que podemos ver en la actualidad. 




Bibliografía
Wifredo Rincón García, «Museo de la Colegiata de Santa María de Calatayud», Guía del museo editada en 2016 por la Asociación Torre Albarrana de Calatayud.