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IGLESIAS

Insigne y Real colegiata de Santa María la Mayor

Poco después de la conquista de Calatayud en 1120 por las tropas del rey de Aragón don Alfonso I el Batallador, debió de erigirse, sobre la antigua mezquita mayor (hecho que ha quedado constado en la última intervención), un templo dedicado a Santa María que fue consagrado en noviembre de 1249 por don Pedro Albalate, arzobispo de Tarragona, con la asistencia de don Arnaldo de Peralta, obispo de Valencia y del obispo de Tarazona García Frontín. En el año 1253 se le consideró parroquia Mayor e iglesia de la nobleza y, durante un tiempo, se llamó Santa María de Mediavilla por estar en el centro de la ciudad; su titular actual es la Asunción de la Virgen. Ha sido constante su pretensión de convertirse en catedral sin conseguirlo.

Según evidencias arqueológicas halladas, se trataba de un templo de tres naves, con tres ábsides semicirculares, todo ello construido en ladrillo, edificio al que se añadiría a partir de 1409 un claustro mudéjar, hoy conservado, que alberga el museo de la colegiata. En estas mismas fechas debió construirse el piso inferior de la actual torre −entre el claustro y el ábside principal−, que sería continuada en el siglo XVI, posiblemente coincidiendo sus obras con las de la nueva portada, magnífica obra labrada en alabastro entre 1525 y 1528 por Juan de Talavera y Esteban de Obray.

En la primera década del siglo XVII se destruyó la fábrica medieval de la iglesia de Santa María −manteniéndose la primitiva cabecera como capilla mayor, el claustro y la portada− para construir sobre su solar un nuevo templo, clasicista, con tres amplias naves, más ancha y alta la central, cubiertas con bóvedas de arista y casquetes elípticos sobre pechinas, mientras que el crucero se cubrió con cúpula sobre pechinas que al exterior se enmascara por un cimborrio poligonal.

Las obras quedaban concluidas en 1614. A lo largo de los siglos XVII y XVIII se fueron abriendo numerosas capillas en los muros perimetrales del templo gracias al mecenazgo de eclesiásticos y de los más importantes linajes bilbilitanos que ubicaron en ellas su panteón familiar.

En el profundo presbiterio se levanta el impresionante retablo del altar mayor, de estilo romanista, en madera dorada y policromada, en el que se trabajaba en 1611, quedando concluido en 1614, cuando tomó posesión de la diócesis de Tarazona don Martín Terrer quien sufragó parte de las obras, tal como indican sus armas en el basamento del retablo. Su autoría se atribuye al mazonero Jaime Viñola, al escultor Pedro de Jaúregui y al pintor Francisco Floren, todos ellos vecinos de Calatayud.

Hacia 1780, y a expensas del canónigo José Mateo, fue labrada por el escultor bilbilitano Gabriel Navarro una nueva imagen de la Asunción de la Virgen, de concepción más monumental que el resto del retablo, que se ubicó en el centro del mismo, superpuesta a la hornacina donde se encontraba la primitiva imagen titular, actualmente expuesta en el museo de la colegiata.

En los muros laterales de la capilla mayor se disponían siete reposteros, uno de ellos con las armas de la familia Zapata, otro con motivos marianos y los otros, con los blasones del reino de Aragón y de la dinastía de los Austrias; el llamado de los Reyes Católicos y el de Felipe III han sido recientemente restaurados.

En el suelo de esta capilla mayor yace, bajo sencilla lápida, el fundador de la Universidad de Zaragoza y obispo de Tarazona Pedro Cerbuna, fallecido en 1597.

El coro, siguiendo el modelo de las catedrales españolas, ocupa el espacio central de la nave principal y fue construido por iniciativa del cabildo colegial ya avanzado el siglo XVII y como conclusión de la nueva fábrica del templo, llevándose a cabo a lo largo del siglo XVIII, y en distintos momentos, la decoración del exterior del trascoro, en yeso labrado, con hornacinas que albergan imágenes de santos y capillas abiertas en el muro de cerramiento en las que se encuentran distintos retablos dieciochescos, todo ello entre columnas salomónicas de piedra basáltica negra.

En el remate, numerosas imágenes de santos −dos de ellos a caballo, en singular corveta− y de ángeles. De gran belleza es también la reja, en bronce, que cierra el acceso del coro. En el interior destaca la sillería coral sufragada en 1686 por el infanzón de Calatayud Juan Miguel Pérez de Nueros y Femat, labrada en madera de nogal con rica decoración de temas vegetales y animales.

En el muro del evangelio, frente al coro, se encuentra el magnífico órgano, con bella caja de madera tallada, barroca, cuya construcción fue encomendada por el cabildo en 1762 al organero Silvestre Thomas, afincado en Zaragoza, siendo restaurado en 1864 y 1974.

En los muros perimetrales del templo se abren distintas capillas. En la esquina noreste, en el cuerpo inferior de la torre, se aloja la dedicada al Santo Cristo, con portada barroca. Fue fundada en 1615 como panteón de la familia Peralta Forcén.

Ya en el lado del evangelio, tras pasar la puerta que comunica el templo con el claustro, en un extremo del crucero, se encuentra la capilla de la Inmaculada Concepción, con portada clasicista, del patronato de la familia Pujadas, con retablo de hacia 1625 e imagen dieciochesca de la titular en un transformado camarín. Las dos pequeñas capillas, de Santa Bárbara y del Cristo, con retablos barrocos, del siglo XVIII, situadas bajo el órgano, se deben al mecenazgo del canónigo de esta colegiata José Mateo.

A continuación, la capilla de la Piedad, con impresionante y movida portada de yeso policromado, de finales del siglo XVII, con las armas de la familia Corella, que también encontramos en el retablo, presidido por una bellísima imagen de la Virgen sosteniendo el cuerpo muerto de su hijo.

En el muro de los pies se abre en primer lugar la capilla de Santa María de la Cabeza que estuvo antes bajo la advocación de San Juan Evangelista. La portada corresponde al primer tercio del siglo XVII, mientras que el retablo, del siglo XVIII, procede del desaparecido convento de San Antón.

A su lado se levanta la capilla de San Joaquín, con bella y decoradísima portada en yeso, erigida a expensas del canónigo Martín Andrés y construida en los años centrales del siglo XVII. En el retablo destaca la pintura con Santa Ana, San Joaquín y la Virgen niña, obra fechada y firmada en 1645 por el pintor madrileño Bartolomé Román.

Por último hay que mencionar en este muro la capilla de San José, de la cofradía de su advocación instituida en esta colegiata en 1625 e integrada por albañiles, escultores y carpinteros, además de otros oficios vinculados a la madera. El retablo, dieciochesco, con la escena de la Muerte de San José, es obra atribuida al escultor bilbilitano Félix Malo.

La capilla de San Juan Bautista, del patronato de la familia Sessé, se levanta ya en la nave de la epístola, con barroca portada de yeso de finales del siglo XVII, siendo una de sus impulsoras María Ángela de Sessé, quien falleció en 1691. Su retablo barroco con columnas salomónicas contiene dos pinturas vinculadas a la autoría de Claudio Coello y Juan Carreño de Miranda; esta capilla tiene la función de baptisterio, con su correspondiente pila bautismal.

La siguiente capilla está dedicada a San Paterno y en ella tuvieron enterramiento los miembros de la familia Zapata. El lienzo del titular, presbítero que predicó el cristianismo en Bilbilis, se atribuye a Bartolomé Vicente.

Finaliza este lado de la epístola la capilla de la Virgen Blanca, que fue panteón de la familia García de Vera. Un retablo barroco del segundo cuarto del siglo XVII alberga un retablo anterior, de menor tamaño, del primer tercio del siglo XVI con pinturas sobre tabla y en la hornacina central una imagen de la Virgen Blanca, en piedra policromada, posiblemente del segundo cuarto del siglo XIV.

A continuación, en el otro extremo del crucero, se encuentra la cancela de acceso al templo.

En la capilla de la Soledad, en el muro del testero, en la que hay un retablo con un relieve de la Virgen de esta advocación, se localiza la entrada a la sacristía mayor del templo. 

La construcción de esta bellísima sacristía oculta parcialmente el exterior del ábside medieval: El diseño de la misma corresponde a un proyecto global en el que se concibieron a la vez desde las cajoneras a la bóveda, pasando por los retablitos. Se atribuye al arquitecto carmelita calzado fray José Alberto Pina hacía 1735 y existe documentación de que estaba terminada en 1743.

En 1851, y tras los acuerdos del gobierno de la reina Isabel II con la Santa Sede, la colegiata de Santa María de Calatayud perdió la dignidad de iglesia colegial, que recuperó ad honorem en 1890, por bula del papa León XIII.

Por Real Orden de 14 de junio de 1884 el templo de Santa María de Calatayud fue declarado Monumento nacional, y de acuerdo a la Ley de Patrimonio Histórico Español de 1985 pasó a denominarse como Bien de Interés Cultural (BIC).

El 14 de diciembre de 2001 la UNESCO declaró Patrimonio de la Humanidad las partes mudéjares de esta colegiata de Santa María de Calatayud: el ábside, el claustro y la torre, una de las más bellas torres mudéjares aragonesas y enseña de la colegiata.

Desde agosto de 2010 la colegial ha permanecido cerrada. Una interrupción obligada por diversos daños estructurales que han supuesto casi doce años prescindiendo del templo para el culto y de su disfrute. Finalmente, el lunes 9 de mayo de 2022, se volvían a abrir las magníficas puertas renacentistas de Santa María la Mayor de Calatayud, con todo su esplendor recuperado y presumiendo de aquella luz perdida que el arquitecto Fernando Alegre Arbués, director técnico de las obras, se ha empeñado en rescatar.

Claustro

El claustro mudéjar de Santa María de Calatayud es de planta rectangular muy marcada, consta de nueve tramos en sus lados mayores y de cinco en los menores, cubiertos con bóveda de crucería sencilla, por una de las cuales queda adosado a la colegiata en su lado norte.

Se abre al patio central a través de arcos apuntados separados por contrafuertes. Se trata de un claustro de grandes proporciones, probablemente concebido con función de estudio, ya que duplica en extensión el modelo más común de claustro mudéjar aragonés.

Su construcción parece corresponde a los primeros años del siglo XV, conociéndose su existencia ya en 1412 cuando el caballero bilbilitano Miguel Sánchez de Algaraví donaba al cabildo de Santa María una biblioteca con destino a la fundación de una cátedra de Teología, que fue confirmada por el papa Benedicto XIII el 27 de septiembre de 1413 y que el mismo pontífice amplió con la creación en 1415 del Estudio General de Calatayud, dotado con once cátedras, que sería clausurado tres años más tarde por orden del papa Martín V.

A lo largo de su dilatada historia ha sido objeto de numerosas y necesarias intervenciones arquitectónicas correspondiendo algunas a los primeros años del siglo XXI, poco antes de su adecuación como museo, y las últimas finalizadas en marzo de 2023.

Este claustro, como ya se ha comentado, es uno de los elementos del conjunto mudéjar declarado Patrimonio Mundial UNESCO en 2001. En la actualidad acoge el Museo de Arte Sacro de Santa María.  Museos

Basílica-colegiata del Santo Sepulcro

Al morir sin hijos el rey Alfonso I el Batallador en 1134, nombró en su último testamento herederos de sus estados a las tres órdenes militares, del Santo Sepulcro, del Temple y del Hospital. Sin embargo, la nobleza aragonesa, no conforme con tan extraño legado, designó inmediatamente como sucesor a don Ramiro, monje benedictino obispo de Roda y hermano del monarca fallecido.

En 1144 vino de Jerusalén el canónigo Giraldo con poderes del gran maestre para renunciar al tercio de la corona a cambio de diversos privilegios y prebendas, entre los que contaban con terreno y dinero para levantar en Calatayud un templo y una casa para vivienda de un grupo de canónigos de la orden.

La primera Colegiata se erigió sobre unos solares junto a la muralla de Calatayud. En 1156, concluidas las obras que comenzaron diez años antes, se funda el templo y se constituye la primera comunidad de canónigos regulares de la orden del Santo Sepulcro. La consagración del templo tuvo lugar el 11 de noviembre de 1249.

Debido a la vida de los canónigos, según la regla de San Agustín, su construcción era a modo de monasterio, contando con la iglesia, claustro, y dependencias de los canónigos.

Durante el siglo XIV se derriba la iglesia románica, de la que quedan algunos restos arqueológicos, y se levanta una nueva de estilo mudéjar, de la que se aprecian restos del arranque del ábside y de la decoración de la segunda sala capitular.

En el siglo XVI la colegiata de Santa María quiso absorber a la del Santo Sepulcro, pero a petición del capítulo del Sepulcro se opuso a estas pretensiones el monarca Felipe II. En 1746 el Santo Sepulcro de Calatayud fue declarado de real patronato.

El templo colegial que hoy se conoce fue edificado entre 1605 y 1613. Su construcción, a instancias del prior Juan de Palafox, fue encomendada a Gaspar de Villaverde, uno de los arquitectos más activos en Zaragoza a principios del siglo XVII. El edificio, al exterior, muestra una sólida fábrica de ladrillo, con una fachada monumental de tres cuerpos, con el central más elevado, con tres portadas para acceder a cada una de sus naves, y dos torres gemelas unidas a la parte central por medio de aletones, siguiendo el modelo renacentista del Gesù de Roma.

En 1854, como resultado de las distintas oleadas desamortizadoras y del Concordato entre España y la Santa Sede, de donde dependía el Santo Sepulcro, fue suprimido el cabildo regular y el último prior enviado a la catedral de Málaga. La iglesia quedó reducida a parroquia mayor, dependiente del obispado de Tarazona, hasta 1901 que se volvió a erigir en colegiata, pero con carácter secular y ad honorem, bajo la presidencia de un prior-párroco.

El monumental interior, de planta de cruz latina, consta de tres naves y un profundo presbiterio que alberga el magnífico conjunto del coro en el ábside semicircular, cubierto por una bóveda de horno. Las naves se cubren con bóvedas de cañón con lunetos la central y las del crucero, y con bóvedas de arista las laterales. El espacio resultante de la intersección de la nave central y el crucero se cierra con una espectacular cúpula sobre pechinas, con tambor y linterna.

En los dos lados del crucero se abren dos capillas, la del lado de la epístola dedicada a la Virgen del Carmen, a la que se accede desde el templo y también desde el exterior, ya que pudo haber servido como capilla parroquial. Además del retablo de la cabecera, presidido por una talla de vestir de la Virgen del Carmen, cuenta con otros retablos y distintas obras de arte.

En el lado opuesto se encuentra la capilla de San Blas, posiblemente antigua sacristía o sala capitular, a la que se accede desde el templo. Hay dos retablos y diferentes piezas de gran interés artístico que, junto con la cuidada exposición que recientemente se ha instalado en la sacristía colindante, hacen de estos espacios un pequeño museo.

El elemento más llamativo en el ornato de esta iglesia y que la singulariza es la serie de retablos en los que, a modo de grandioso Vía Crucis, se representa completo el ciclo de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo, de una manera iconográficamente exclusiva, pues no hay en el templo otros retablos dedicados a santos, ni siquiera advocación alguna de la Virgen.

De estos ocho retablos laterales, los más antiguos realizados inmediatamente después de terminar la edificación del templo, fueron costeados por el entonces prior Juan de Palafox y se atribuyen a Francisco del Condado, Juan de Velasco, y la pintura y dorado a Francisco Florén. Los realizados posteriormente en 1666, que corresponden a la entrada de Jesús en Jerusalén y el juicio ante Caifás, fueron costeados por el canónigo Francisco Yago y son obra de José Campos, Bernabé de Jaúregui, y de los doradores Miguel Colás y Juan Florén.

El recinto correspondiente al presbiterio se renovó en el último tercio del siglo XVIII, se decoró con una ostentosa decoración de mármoles y se incorporaron dos órganos. En 1772 se instaló el espectacular baldaquino, atribuido a Félix Malo, con el grupo escultórico del Santo Sepulcro que alberga la imagen de Cristo yacente.

La Orden de Caballería del Santo Sepulcro de Jerusalén siempre ha mantenido con la colegial una fluida y permanente relación. Pero ha sido a lo largo del siglo XX cuando la Orden Ecuestre ha estrechado de manera más significativa los lazos con su Casa Madre, situación que continua, siendo escenario periódico de capítulos y cruzamientos. Actualmente todos los años, coincidiendo con la fiesta de la colegiata, se celebra un capítulo general conjunto de las dos lugartenencias de la Orden existentes en España, y toma de posesión del sitial en el coro de los nuevos caballeros.

La colegiata del Santo Sepulcro de Calatayud fue elevada a rango de basílica el 25 de noviembre de 2020, consideración que recibió oficialmente el día nueve del mismo mes. La Sagrada Congregación para el Culto Divino y Disciplina de los Sacramentos comunicó al obispo de Tarazona, en nombre del Papa, la decisión favorable. En 2020, el cabildo de la colegiata solicitó a Monseñor Eusebio Hernández el deseo de convertir el templo en basílica. Se argumentó que era casa madre de la Orden del Santo Sepulcro en España y su primera fundación fuera de Jerusalén, añadiendo además el singular valor artístico que le viene dado por su dedicación exclusiva a la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo.

El día 23 de febrero de 2020 se celebró la ceremonia de dedicación del templo, paso imprescindible para la consecución de la propuesta y, además a lo largo de este año, se han llevado a cabo otras actuaciones como el cambio de ubicación de la pila bautismal o la colocación de un artístico atril marmóreo.

Se trata de la única basílica en la diócesis de Tarazona, sumando en Aragón un total de siete. Tres en Huesca: Nuestra Señora de Badaín, que lo es desde tiempo inmemorial, Nuestra Señora de la Peña en Graus, de 1810, y San Lorenzo en la capital, de 1884. Y cuatro en Zaragoza: Santa María de los Corporales en Daroca, de 1890, dos en la capital, Nuestra Señora del Pilar, de 1948, Santa Engracia, de 1991, y el Santo Sepulcro en Calatayud, desde 2020.

Hay distintas categorías para las basílicas: mayores, también denominadas patriarcales hasta que Benedicto XVI renunció al título de Patriarca pasando a denominarse papales. A este grupo pertenecen San Pedro, en el Vaticano, y las de San Juan de Letrán, San Pablo Extramuros y Santa María la Mayor, en Roma. El título de patriarcal lo reservó el Papa para las de San Lorenzo Extramuros en Roma, que está asignada al Patriarca de Jerusalén, la de San Francisco, en Asís y la de Santa María de los Ángeles de la Porciúncula, también en Asís. El resto tienen la denominación de basílica menor. La última que se proclamó en España fue la concatedral basílica de Santa María de Vigo, en agosto de este mismo año.

Los signos externos que caracterizan una basílica son el uso en el escudo de las llaves papales, el tintinábulo, pequeño campanario procesional a modo de estandarte, y la umbela o conopeo, especie de sombrilla semiabierta (porque solo se abre para el Papa) compuesta de doce franjas rojas y amarillas. Entre los privilegios espirituales destaca la obtención de indulgencia plenaria en determinados días del año, como el aniversario de la dedicación del templo.

La Basílica y Real Colegiata del Santo Sepulcro de Calatayud ha elegido como escudo la cruz canonical sobre las llaves papales, coronado con la umbela y con el lema “Mortem tuam annuntiamus, et tuam resurrectionem confitemur”.

El sábado 12 de junio de 2021, se procedió a la solemne proclamación de la Real colegiata del Santo Sepulcro de Calatayud como basílica pontificia. https://torrealbarrana.com/santo-sepulcro-proclamacion-como-basilica-menor/

Asistieron Caballeros y Damas de la Orden de las dos lugartenencias españolas que ofrecieron las insignias basilicales: el tintinábulo y la umbela o conopeo.

Claustro

De las antiguas construcciones medievales correspondientes a las dependencias conventuales se conservan solamente las antiguas caballerizas, que ocupan la parte baja del palacio prioral y el claustro, en su mayor parte arruinado. Actualmente, permanece íntegra la crujía norte, en contacto con la iglesia, y parte de la este y la oeste. 

Construido como el resto del edificio en ladrillo, tuvo planta cuadrada. La nave conservada tiene un segundo claustro de la misma época y un tercer piso añadido en el siglo XVI. Entre las ruinas que hoy rodean las naves claustrales se advierten algunas de las antiguas dependencias, posiblemente la sala capitular y el refectorio.

Cronológicamente, la edificación medieval de este nuevo claustro, parece corresponder al último tercio  del siglo XIV dada su similitud con algunos otros claustros mudéjares conservados integramente, como el del Monasterio de la Resurrección de las Canonesas del Santo Sepulcro de Zaragoza, para el que posiblemente sirvió como modelo.

Ya en el siglo XXI se han ido llevando a cabo diversas obras de restauración, siguiendo el correspondiente plan director, elaborado por el arquitecto Fernando Alegre. En la actualidad, los restos del claustro están consolidados y existe un proyecto de musealización.

Iglesia de San Andrés

Es una de las parroquias fundadas tras la conquista por Alfonso I el Batallador. Según documentación conservada, es la iglesia de mayor antigüedad; en un documento correspondiente a la bula del papa Lucio III de 1182, referente a la organización del arcedianato de Calatayud, se cita como la segunda parroquia más importante de la ciudad, después de Santa María de Mediavilla.

No se conserva prácticamente nada de la primera fábrica románica a excepción del crismón sobre la portada y la pila bautismal, hoy en el Museo de Santa María.

La fábrica del templo actual es el resultado de distintas reformas y ampliaciones a la estructura originaria, que corresponde al primer mudéjar del siglo XIII. Es una iglesia de tres naves, crucero desarrollado en altura pero no en planta, cuyo testero inicial desapareció con la ampliación del siglo XVI, y tres puertas de acceso, una a los pies, que fue la primitiva, ahora cegada, y otras dos laterales; la del lado norte, condenada y transformada en capilla, y la del lado sur, que actualmente da acceso al templo, es un triple arco de medio punto con arquivoltas de ladrillo con una hornacina encima que aloja una cruz de San Andrés.

Las tres naves, de distinta altura y algo más ancha la central, se separan entre sí por arcos sobre pilares y se cubren con bóvedas de crucería simple de nervios diagonales y clave única. Del primer edificio mudéjar, corresponden solamente los cuatro primeros tramos, exceptuando el cuarto de la nave central; hubo un cimborrio que fue sustituído por una cúpula de media naranja clasicista de mediados del siglo XVII.

En el siglo XVI se hizo una ampliación hacia la cabecera con un tramo más en las naves laterales y dos en la central que se cubren con bóvedas de crucería estrellada. 

Se conservan cuatro capillas, de las cuales dos son de la primera fábrica mudéjar: el baptisterio, en la base de la torre y la contigua. En la capilla de la Vera Cruz, situada en el lado de la epístola, se conserva una reliquia del lignum crucis. Tanto a los pies como en las paredes laterales del templo se acomodan un buen número de retablos.

El retablo mayor es del siglo XVII, de madera dorada, tres calles, la central más ancha, y predela. En el lienzo central se representa el martirio de San Andrés.

En la sacristía, a la que se accede por una puerta en el lado de la epístola, se conservan interesantes obras, entre ellas un Crucificado de pasta de maíz, mismo material que el Santo Cristo del retablo del Consuelo, situado a los pies de la nave central.

Destaca su magnífica torre octogonal, en una primera impresión, muy similar a la de Santa María y emplazada a los pies de la iglesia en el lado sureste. Aunque no hay mucha documentación acerca de su proceso constructivo, parece que se comenzó a levantar en los primeros años del siglo XV. Este cuerpo inferior de la torre alberga el baptisterio al que se accede desde la iglesia. 

Del mismo modo que la torre de la colegiata de Santa María, según el modelo arquitectónico de los alminares almohades, la de San Andrés desarrolla una doble torre de planta octogonal, con una torre interior y otra exterior, entre las que apea la caja de escaleras que se cierra con bovedillas de ladrillo dispuestas con distintos sistemas constructivos. La segunda fase constructiva, que se corresponde con el cuerpo de campanas, se documenta a principios del siglo XVI y la última en el siglo XVIII, cuando se construyó un zócalo con ojos de buey que sirvió de base al chapitel. El exterior, por completo de ladrillo, es de una gran belleza, con elementos decorativos muy variados propios de la decoración mudéjar. 

A esta torre hay que agradecerle la conservación del templo, ya que en 1870 el Ayuntamiento de Calatayud acordó el derribo de San Andrés, sin embargo, a pesar de la autorización del gobierno provincial, la Diputación exigió la conservación de la torre que, junto con el empeño de los vecinos, consiguió la reparación y apertura de la iglesia en 1874.

La iglesia de San Andrés de Calatayud se declaró Bien de Interés Artístico en 1966 y Patrimonio de la Humanidad en 2001.

Iglesia de San Juan el Real

Dedicado a la Virgen del Pilar, el templo fue construido en el siglo XVII por la Compañía de Jesús en el solar que anteriormente ocupó la parroquia de San Salvador. En 1769, dos años después de la expulsión de los jesuítas, hubo de cerrarse al culto la parroquia de San Juan de Vallupié, una de las más antiguas de la ciudad, a causa de su estado ruinoso. Por ello los parroquianos solicitaron la cesión de esta iglesia, consiguiendo el traslado en 1770, con lo que pasó a tener la advocación actual.

Los edificios levantados en Calatayud por la Compañía de Jesús, y en especial la iglesia, reflejan la evolución del estilo barroco durante más de siglo y medio. En este caso, hubo dos períodos constructivos, uno a mediados del siglo XVII, fase en que se levantó la nave hasta el crucero, y en la segunda, a mitad del siglo XVIII hasta 1767, año en que fueron expulsados, se completó con el crucero, la cabecera, la cúpula y las distintas estancias correspondientes a la sacristía y sala capitular, quedando sin terminar parte de la decoración.

Al exterior, muestra fachada de ladrillo sobre zócalo de sillería y está dividida en dos cuerpos, rematada por un frontón curvo y otro triangular. Las cornisas y los pináculos con remates de bolas, propios del herreriano, están labrados en piedra caliza blanca que contrasta con el color del ladrillo. En la portada, sobre el dintel, una hornacina contiene una imagen de San Juan y, por su estilo, la puerta de acceso puede proceder del templo anterior.

La airosa torre barrocomudéjar se sitúa en la cabecera, al lado del evangelio, junto a la otra puerta de entrada al templo. Se edificaría más tarde, entre 1774 y 1777; consta de tres cuerpos, en el tercero se aloja el cuerpo de campanas y la remata un chapitel bulboso.

El interior, elegante y de una belleza extraordinaria, es el prototipo de las construcciones de la Compañía de Jesús. Muestra un templo con planta de cruz latina y capillas a los lados, entre los contrafuertes, comunicadas entre sí, sobre las que descansa una tribuna cerrada por celosías, abierta a la nave central por medio de ventanas con dos arcos de medio punto separados por un parteluz. Estos coretti, a los que se accede desde el templo, son también característicos de las iglesias jesuíticas.

La nave y los brazos del crucero se cierran con bóveda de lunetos. El presbiterio, de cabecera recta, se cubre con una bóveda avenerada y el crucero con cúpula con linterna, sobre pechinas decoradas con pinturas que representan los cuatro padres de la iglesia occidental, obra de Francisco de Goya realizada en su juventud, hacia 1766. El óculo de los pies se encuentra oculto por el espectacular órgano, alojado en una caja de factura barroca del siglo XVIII.

 

Al crucero y al presbiterio abren amplias celosías voladas sobre el basamento. 

El retablo mayor, de madera dorada y policromada, muestra una hornacina central que alberga una imagen de San Juan Bautista, de factura anterior, realizada por Damian Forment y proveniente del retablo principal de la parroquia de San Juan de Vallupié, que hoy se encuentra en la iglesia de Sediles.

El antiguo retablo lo presidía una imagen de la Virgen del Pilar, actualmente en el camarín situado también en el presbiterio.

A los dos lados del crucero hay sendos retablos del siglo XVIII de gran tamaño, de madera en su color, sin finalizar de decorar.

Cuenta con tres capillas a cada lado de la nave central con sus correspondientes retablos, algunos dedicados a santos jesuitas como San Francisco Javier o San Francisco de Borja, que alternan detalles y elementos relacionados con la Compañía de Jesús con otros, agregados más tarde, de San Juan de Vallupié.

La sacristía está situada en la cabecera de la iglesia y está formada por tres salas rectangulares comunicadas por arcos, de las cuales la central es de mayores dimensiones, y las laterales abren a dos antesalas alojadas entre los brazos del crucero y del presbiterio. Como prolongación de la sacristía por el lado de la epístola se encuentra la sala capitular.

Estas estancias custodian un buen número de piezas que constituyen el tesoro artístico del templo, pudiéndose considerar un auténtico museo de arte sacro.

Además del magnífico contenido del mismo, destacan la carpintería de las puertas labradas en madera de nogal con alegorías marianas y jesuíticas, las taraceas y ornamentación de los calajes de la sala central y dos armarios del siglo XVII en cuyas hojas se representan, al óleo sobre tabla, cuatro arcángeles.

Otro armario, el que custodia la orfebrería en la sala capitular, muestra en sus puertas dos pinturas de San Íñigo y la Asunción, atribuidas a Francisco de Goya.

La iglesia de San Juan el Real fue declarada Bien de Interés Cultural (BIC) en septiembre de 2021, en la categoría de Monumento.

Iglesia de San Pedro de los Francos

El templo fue fundación de Alfonso I el Batallador quién, bajo la advocación de San Pedro, lo hizo levantar para que sirviese como parroquia a los francos de Bigorra, cruzados que le habían ayudado en la conquista de la ciudad, y ya que muchos de ellos se quedaron a vivir en Calatayud. 

A lo largo de los siglos, ha sido uno de los edificios más relevantes en la historia de Aragón. Durante la Edad Media, junto con el templo de San Andrés, sirvió como lugar de reunión del Concejo. También en su sobria portada hubo juntas para administrar justicia y varias veces fue escenario de las Cortes de Aragón. En 1411 se reunió el parlamento que debía resolver la cuestión sucesoria planteada por la muerte de don Martín I, que posteriormente se resolvería en el Compromiso de Caspe. En 1461 Juan II había convocado cortes en este templo y, al llegar la noticia de la muerte del príncipe de Viana, fue jurado heredero de la corona el príncipe don Fernando, tras acatamiento de los fueros aragoneses.

La torre de esta iglesia, desmochada en 1840 y donde se encuentra la campana del don, sirvió en la guerra de los dos Pedros como atalaya para vigilar los movimientos del enemigo y coordinar la defensa de la ciudad.

El 9 de abril de 1978 se constituyeron formalmente, en San Pedro de los Francos, las Cortes de Aragón. 

En 1931 el templo fue declarado monumento de interés histórico-artístico.

En el siglo XIX San Pedro perdió la condición de parroquia, haciéndose cargo del templo la congregación de Misioneros Claretianos. En 1979 se cerró por serios problemas estructurales y volvió a abrir sus puertas en 2006, tras una larga restauración; desacralizada y utilizada desde entonces como centro dinamizador del ámbito cultural de la ciudad.

La actual fábrica, datada en la primera mitad del siglo XIV, muestra el exterior de ladrillo y piedra de sillería en la zona baja y en la destacada portada gótica abierta a los pies, bajo una estructura abocinada de arcos apuntados. La fachada está protegida por completo por un amplio tejaroz. Adyacente, en el lado sur, se levanta una torre de planta cuadrada, carente de decoración y construida con machón central y escaleras, cubiertas con bovedillas por aproximación de hiladas de ladrillo, característica de las torres mudéjares aragonesas. En la zona inferior se observa un bloque pétreo con un crismón esculpido, elemento del primitivo edificio románico. Dada su inclinación, el cuerpo de campanas original fue demolido por el Ayuntamiento de Calatayud, durante la estancia de la reina Isabel II y su madre en el palacio del Barón de Warsage, situado frente a la torre. 

La iglesia también tiene acceso por el lado noreste desde donde se descubre el exterior de los ábsides , actualmente entre construcciones posteriores, que conservan parte de su decoración original. Contó con un claustro mudéjar de planta cuadrada, con alas de cinco tramos cubiertos por bóvedas de crucería simple, del que queda una galería integrada en la parte baja de uno de los edificios anexos. 

En el interior es un templo de tres naves, cubiertas por bóvedas de crucería simple y tres ábsides poligonales en la cabecera, cubiertos por bóvedas nervadas. Dadas sus características, se puede considerar una iglesia de planta de salón o hallekirche.

En el presbiterio, el retablo mayor barroco, sustituyó a otro anterior. Se trata de una obra de grandes dimensiones, realizada en madera dorada y policromada por Juan de Lobera, con tallas de bulto, esculpida por Bernardo Ibáñez y ensamblada por Pedro Virto a mediados del siglo XVII. Consta de banco y tres calles; la central, de mayores dimensiones, está presidida por un relieve de San Pedro en cátedra. 

Hay varios retablos de distintas épocas y factura, incluso alguno procedente de otros templos de Calatayud, como el dedicado a San Íñigo, patrón de la ciudad, interesante obra romanista, que se encontraba en la iglesia del convento de San Benito. Destaca, por su singularidad, la capilla de la gruta de la Virgen de Lourdes, situada en el último tramo de la nave. 

En el tercer tramo del lado de la epístola se encuentra un elemento excepcional, el órgano gótico con el pie en forma de nido de fines del siglo XV, extraordinaria obra de carpintería mudéjar de los talleres de Calatayud.

La sacristía ocupa parte del ábside del lado de la epístola. Se cubre con bóveda de crucería simple. Además de un cajaje de madera de nogal del siglo XVII, alberga dos grandes lienzos que representan la Adoración de los Reyes y la Adoración de los pastores.

Santuario de Nuestra Señora de la Peña

Es muy probable que fuera una de las primeras parroquias de la localidad. Hacia 1180 fue erigida en colegiata. Su emplazamiento sobre la muela de la Peña, antigua ubicación de uno de los castillos que conformaron el recinto fortificado islámico, le ha conferido un marcado carácter militar, dada su importancia desde el punto de vista estratégico, y ha sido la causa de una historia llena de sobresaltos bélicos, que han arruinado su fábrica en distintas ocasiones, siendo rehecha y reedificada varias veces.

Se conservan restos parciales del templo mudéjar, cuya construcción se iniciaría hacia el año 1343, sustituyendo ya entonces a otro templo anterior. La importancia de estos restos es capital, ya que su fábrica es el arquetipo del grupo de iglesia-fortaleza de Aragón. Por la cronología, es anterior al resto de las iglesias de esta singular tipología del arcedianato y Comunidad de Calatayud, donde quedan varios ejemplos que derivarían de este modelo.

En el año 1362, con motivo de la toma de Calatayud por el rey Pedro I de Castilla, quedaron arruinadas las bóvedas de esta fábrica mudéjar, que habrían de rehacerse con posterioridad, ya en el reinado de Martín I el Humano. Mantuvo su dignidad de colegiata hasta el año 1629, en que por bula del pontífice Urbano VIII el cabildo de la misma quedó unido al de Santa María. Entre los años 1632 y 1835 estuvo atendida por los clérigos menores de San Francisco Caracciolo. En el año 1649 se fundó la Esclavitud de Nuestra Señora de la Peña con el fin de mejorar el culto. Desde la desamortización quedó convertida en parroquia de este sector de la ciudad.

Por Orden de 4 de julio de 2002 del Departamento de Turismo y Cultura de la Diputación General de Aragón, se inscribe como Bien Catalogado en el listado del Patrimonio Cultural Aragonés el Santuario de Nuestra Señora de la Peña de Calatayud.

La primitiva iglesia mudéjar era de una sola nave con capillas laterales entre los contrafuertes, y un ábside recto, con tres capillas en el mismo, de las cuales, la central, actual camarín de la Virgen de la Peña, es más ancha, alta y profunda que las otras dos. Se conservan también las capillas laterales de los dos primeros tramos de la nave, sobre las que discurre la tribuna o ándito, que le otorga a esta iglesia su tipología de fortaleza.

Desde el punto de vista decorativo, hay que destacar el trabajo en yeso tallado de la parte superior de los muros y de la plementería de la bóveda de crucería sencilla en una de las capillas laterales, que en la actualidad está dedicada a San Francisco Caracciolo

La mayor parte de la actual fábrica data de la reparación llevada a cabo desde 1814 a 1826, siendo el 2 de septiembre de 1827 el día en que se reanudó el culto. La última restauración fue como consecuencia del incendio que tuvo lugar el 9 de diciembre de 1933, como un episodio más de la sistemática quema de conventos e iglesias en España.

Al exterior, muestra una sencilla fachada clasicista de dos cuerpos, realizada en ladrillo sobre zócalo de piedra sillar, donde se encuentra la puerta de acceso bajo una hornacina que contiene una imagen de la Virgen con el Niño. En ambos lados del edificio se observa la estructura del templo medieval; en el del evangelio queda un tramo completo de la antigua tribuna con tres grandes ventanales de arco apuntado.

Cuenta con una torre campanario de poca altura a la que se accede desde las antiguas dependencias de la casa de los canónigos.

En el interior, la actual nave de cinco tramos está cubierta con bóvedas de medio cañón con lunetos y tiene coro alto a los pies.

En el presbiterio, el retablo mayor es una réplica del anterior y alberga en un camarín la imagen de la Virgen de la Peña, que sustituye a la anterior románica, todo destruido en el mencionado incendio. También fueron devastadas las pinturas originales del templo, llevándose a cabo en 1934 una nueva decoración mural, obra de José María Rubio Vergara, inspirada en la desaparecida, muy llamativa especialmente en la cabecera.

A los lados del presbiterio se abren dos puertas. La de la epístola da acceso a la sacristía, cubierta con bóveda de crucería, y a distintas dependencias. La del evangelio da paso a la antigua sacristía, en gran parte excavada en la roca; en este mismo espacio se observa tras el muro del altar el testero primigenio, también en parte excavado en la roca, con las tres capillas frontales, ya señaladas, donde se ubica el camarín de la Virgen, con un trono giratorio que permite sacar la imagen cuando es necesario, así como su veneración.

Además de las ya citadas cerca de la cabecera, cuenta a los lados con varias capillas y retablos de distinta época. A destacar dos bajorrelieves que pudieron formar parte del retablo mayor y que representan la Invención de la imagen de la Virgen de la Peña, la talla barroca de un crucificado, conocido por el Cristo de las Batallas, imagen muy venerada, y la espectacular araña de bronce, que cuelga del centro de la nave, obra realizada en los talleres Quintana de Zaragoza y proyectada por el arquitecto Regino Borobio.

Iglesia de San Antonio

La parroquia de San Antonio de Padua se erigió como tal en 1958 en el barrio del mismo nombre. Aproximadamente en esos años se comenzó a construir la actual iglesia en sustitución de la ermita situada en el barrio, dedicada también al santo. El edificio, obra del arquitecto José María de la Vega Samper, se finalizó en 1975. Al exterior muestra factura de ladrillo caravista, cuya fachada principal presenta una pantalla cóncava con un porche y columnas de hormigón con capiteles. El interior, de nave única, cuenta con un profundo presbiterio con una decoración moderna de cerámica en la cabecera y alberga una imagen de San Antonio, procedente de la ermita, regalo de Antonio Bardají, entonces alcalde de Calatayud.

A destacar en el interior el Cristo de la Drácula, que procede del antiguo convento de San Francisco y un retablo procedente de la Clínica del Río. Recientemente se han incorporado una imagen del Cristo de Medinaceli y un lienzo del siglo XVII, perteneciente a los fondos municipales, que representa la Visión de San Antonio de Padua, y que tras su restauración ha quedado en depósito en esta iglesia.

Iglesia ortodoxa de San Juan el Rumano

En el año 2012 comenzaron las obras de esta iglesia en un terreno que el Ayuntamiento de Calatayud cedió a la comunidad rumana en la Bajada de Margarita.

Es una construcción en madera de abeto de Harghita, Transilvania, siguiendo el modelo de los templos de Moldavia, a excepción de la torre que se inspira en los de Transilvania.

En su interior, según el modelo de las iglesias ortodoxas, se encuentra el pronaos, el naos y el altar, espacio separado del resto por una pared o mampara con iconos esculpidos y pintados, denominado iconostasio y que encarna el cielo.

Dentro del altar se encuentra la Santa Mesa, que simboliza el sepulcro de Cristo; a la izquierda está el proscomidiar donde el sacerdote celebra la otrina, momento de rezo antes de la misa en que prepara el pan y el vino. 

Los fieles participan en la misa desde el pronaos y el naos, pues en el altar solo puede estar el sacerdote.

CONVENTOS

Convento de la Inmaculada Concepción de las Madres capuchinas

Juan Casulla y su mujer Teresa Fernández, comerciantes de Calatayud, de mutuo acuerdo decidieron ingresar en religión, ella como madre capuchina y él ordenándose sacerdote, contribuyendo a financiar la obra de este convento. En el año 1657 el obispo de Tarazona Pedro Manero consagró la iglesia, cuyas obras fueron finalizadas en 1684.

El primitivo templo, que continúa abierto al culto en la calle Glen Ellyn, alberga magníficas pinturas del pintor aragonés Jerónimo Secano y una buena talla del siglo XVII del Cristo de Ruzola. Anexo a éste se encuentra el convento, de actual edificación, donde reside la comunidad de religiosas.

Convento de Madres de la Visitación o salesas

En los primeros años del siglo XIX, seis madres de la Visitación llegaron a Calatayud a fundar un monasterio que incluiría un colegio destinado a la educación de señoritas. Calatayud fue la segunda ciudad española en la que fundaron, después de haberlo hecho en Madrid.

Las obras del actual convento y del templo concluyeron en 1832, pegado a la Puerta de Terrer. Fue abandonado por la comunidad a finales del año 2000, pasando a ser propiedad privada.

Convento de San Benito

Es tradición que antes de la conquista existió una capilla mozárabe sobre el solar de la casa natal de San Íñigo que más tarde se convertiría en monasterio benedictino. El monasterio está prácticamente desaparecido; ha sido transformado y alberga el Hotel Benedictino. Subsiste el templo que actualmente se utiliza como aula cultural. A destacar las yeserías del siglo XVII y la cúpula de la capilla de San Íñigo. A los pies del templo de San Benito hay un atrio abierto a la plaza con tres arcos de medio punto, de ladrillo como el resto de la iglesia.

Convento de San Alberto de Carmelitas Descalzas

El edificio que se conserva, en la plaza de Santa Teresa, perteneció a los Padres Carmelitas Descalzos desde el año 1600 en que finalizaron las obras hasta el año 1835, en que se desamortizó. Allí se trasladó la comunidad femenina hacia 1880, procedentes del primitivo convento situado frente a la puerta de Alcántara, desaparecido en 1840.

Del antiguo convento se conservan el claustro, el torno y la iglesia, que alberga el museo de la Semana Santa y el resto del edifico, rehabilitado y remodelado, el museo de Calatayud.

Convento de San José de Madres Dominicas

Fue fundación de José de Palafox. El edificio, obra del arquitecto Gaspar de Villaverde, se levantó en el céntrico paseo San Nicolás Francia, fue finalizado y bendecido en 1625 y demolido a finales de los años setenta, dejando una pequeña parte de la fachada principal.

La comunidad de religiosas dominicas se trasladó a un edificio de nueva planta levantado en el paraje denominado Pinos de Ostáriz, en el camino de las Cruces, hasta su marcha definitiva en 2015. En el Museo de Santa María se conserva la estatua orante del fundador, perteneciente al sepulcro de mármol blanco y negro que, en 1648, mandó construir su hermana, sor Lorenza Palafox, en el convento desaparecido.

CAPILLAS Y ORATORIOS

Capilla de la Estación

Dedicada a la Virgen del Carmen fue una donación hecha por un matrimonio piadoso a la parroquia de San Juan el Real. Hasta los años 80 servía como iglesia de misa dominical y para rendir culto a la Virgen que fue nombrada patrona del barrio de la Estación en 1943.

De estilo neogótico, conserva en su interior un retablo del mismo estilo dedicado a la titular flanqueada por santos carmelitanos, además de la imagen procesional del Nazareno perteneciente a la Hermandad Católica Ferroviaria de San Íñigo y la Virgen de la Peña, y una interesante vidriera con el Corazón de Jesús, a la entrada del templo. En la última restauración perdió la decoración con roleos pintados en la techumbre así como la cruz que coronaba la fachada.

Oratorio de Nuestra Señora del Buen Parto o de Ruzole

Fue construida en 1670 por el ayuntamiento sobre el solar de la casa natal del venerable carmelita bilbilitano Fray Domingo de Jesús María Ruzola, en la plaza del Olivo. Hace unos años, el oratorio, fue cedido a la Hermandad de San Pascual Bailón, patrón de los sogueros bilbilitanos, que celebra en ella sus cultos y fiestas, y mantiene en la casa aledaña un pequeño museo dedicado a la industria de confección de sogas.

ERMITAS

Ermita de San Roque

Se encuentra en el alto del mismo nombre, en Armantes, dominando la ciudad. Aunque psiblemente sea más antigua, hay noticias de ella en el siglo XVI. El Ayuntamiento de Calatayud la reconstruyó en 1753 después de la grave epidemia de viruela que diezmo la ciudad en 1735.

Ermita de la Purísima Concepción

Se encuentra en la Puerta de Soria donde estaba, construida en uno de los cubos de la muralla y ampliada en fases sucesivas.

Ermita de la Virgen de Consolación

Se desconoce su origen, pero ya existía en el siglo XIV porque en ella se depositó un pendón arrebatado a Pedro I de Castilla durante el sitio de Calatayud. Es un pequeño templo situado en el antiguo barrio de la Judería y hay indicios de que fue una de las sinagogas, reconvertida en templo cristiano. Su fachada muestra un muro de sillería con dos pequeñas puertas gemelas, con jambas y arcos apuntados de ladrillo.

Ermita del Santo Crsito de Ribota

Se encuentra en la margen oriental de la sierra de Armantes, en el cruce del río Ribota con la carretera de Soria. Existía ya a principios del siglo XV. Fue abandonada, se arruinó y reedificó varias veces hasta la última restauración llevada a cabo por la Hermandad de la Vera Cruz y el Santo Cristo de Ribota en la  década de los 40 del siglo pasado .

Ermita de la Virgen de Illescas

Esta nueva construcción, parcialmente excavada en la roca, se levantó en 1996 y sustituye a la anterior, muy próxima, actualmente arruinada y tapiada, en la Nacional IIa sentido Zaragoza.

Ermita de San Cristóbal

Construida por la cofradía del santo en 1985 un cerro próximo a la autovía, muy cerca de Calatayud, frente a la Venta de Melendo. Sustituyó a la de San Cristóbal de Meli.

Ermita de Santa Bárbara de Valparaíso

Situada en el paraje de Valparaiso, en el lugar que ocupaba la antigua ermita, de la que solo quedaban algunos restos de paredes y arcos diafragma. El nuevo edificio se finalizó en el año 2008.

Ermita de San Paterno

La ermita reutiliza una antigua cisterna romana en Bilbilis situada en la ladera del cerro de San Paterno. La tradición sitúa su sacralización en el siglo XVII. Actualmente recibe en septiembre una romería al ser San Paterno patrón de Huérmeda, pedanía actual de Calatayud, situada al pie mismo de Bilbilis.

Ermita de San Roque

Construida en la entrada del barrio pedáneo de Huérmeda.

OTROS EDIFICIOS RELIGIOSOS

Palacio episcopal

Levantado en la calle Gracián, muy próximo a la colegiata de Santa María, según dice la tradición sobre el solar de la antigua zuda musulmana, es un edificio reconstruido a principios del siglo XIX por el obispo de Tarazona Francisco Porró y Reinado, cuyas armas parlantes campean sobre el dintel de la puerta y en la cúpula sobre la interesante caja de escaleras. Durante unos años se instaló en él el Museo de Arte Sacro.