Ateca
(Texto parcialmente reproducido de la obra Cultura popular de la Comunidad de Calatayud, escrita por José Ángel Urzay Barrios, y publicada en Calatayud por el Centro de Estudios Bilbilitanos y la Comarca Comunidad de Calatayud, en 2006. Este capítulo está firmado por Jesús Blasco Sánchez.)
El casco urbano de Ateca se descuelga alrededor de un espolón rocoso coronado por la iglesia parroquial y el castillo. Las calles son estrechas y tortuosas con abundantes callizos, que recuerdan la pretérita presencia musulmana. De las cinco puertas del recinto amurallado, se conservan tres con el título de arcos: el del Mesón o Ariza, el de la Plaza, antiguo de las Fraguas, y el de San Miguel o del Arial, el único que conserva su sabor medieval.
En el casco viejo se encuentran los edificios de interés y las principales plazas. La Casa Consistorial, de estilo renacentista aragonés, es un soberbio edificio de ladrillo que consta de bajo y dos plantas. Se accede por unos soportales con diez arcos de medio punto construidos con sillares. Fue construida por el Concejo de Ateca a principios del siglo XVII. La iglesia de Santa María, de estilo gótico mudéjar, data del siglo XIV y es de un solo cuerpo con capillas adosadas entre los contrafuertes. Entre sus obras de arte, destaca el retablo mayor, la capilla de la Virgen de la Peana y un Cristo de transición al gótico. Es curiosa de visitar la popular Momia, que es una momia auténtica. La torre consta de dos cuerpos; el inferior, obra musulmana para algunos autores, y el superior barroco. El Castillo-Fuerte es obra de época medieval cristiana, pero el complejo defensivo adquirió su momento culminante durante las guerras carlistas. Recientemente se ha hecho una polémica rehabilitación para convertirlo en parador que, lejos de recuperar los elementos perdidos, ha borrado para siempre las huellas del pasado. El Hospital de Jesús, que ha sido habilitado para residencia de ancianos, es un edificio del siglo XVI donado por mosén Pedro Marco a la cofradía del Santo Nombre de Jesús para la fundación de un hospital que atendiera a los enfermos pobres. La Torre del Reloj, de estilo mudéjar, fue construida en el siglo XVI sobre la base de otra torre medieval, también con reloj. En 1721 el desprendimiento de una de las esquinas de la parte vieja obligó a apearla con unos pilares de ladrillo y reforzar su primer cuerpo para evitar su derrumbamiento.
Fuera de este núcleo, aprovechando como calle los caminos vecinales y carreteras, se extienden viejos barrios como Barrionuevo y La Camarona, o nuevas urbanizaciones hacia la Estación del Ferrocarril y hacia Moros.
Mención aparte merece el Barrio de San Martín, situado en la otra margen del Jalón. Pertenecía casi todo él a la Mitra de Tarazona y fue ampliándose en los siglos XVI y XVII con calles más anchas y rectas conocidas como carreres. El convento y la iglesia de San Francisco de los Capuchinos recuerdan la permanencia en la villa de esta orden religiosa. La iglesia de San Francisco, conocida vulgarmente como de San Martín por estar en dicho barrio, fue construida en el siglo XVII. La obra es de tapial y ladrillo, con fachada sencilla rematada con espadaña de ladrillo para alojar la campana. A mediados del siglo XIX un emprendedor comerciante construyó una plaza de toros octogonal para su explotación. La plaza fue privada hasta que en 1957 la compró el ayuntamiento, que emprendió las obras de restauración y acondicionamiento.
En los alrededores de la población se mantienen en pie varios peirones. El peirón de San Antonio es un rotundo y bien proporcionado pilar sustentado sobre una firme grada de grandes piedras labradas. Está situado en el paraje de su nombre, al lado del antiguo camino de Valencia. El peirón de la Virgen de la Peana, en el camino de Castejón de las Armas, es un grueso pilar en el que descansa un edículo más estrecho que contiene la hornacina con una baldosa de la patrona de Ateca, con una cruz sobre un cimacio redondo. Está completamente pintado de blanco. El peirón de Santa Quiteria, un pilar prismático de ladrillo caravista, está en la salida del camino de Carralmazán. La imagen de Santa Quiteria, acompañada de un perro, nos recuerda que es la protectora contra la rabia. El peirón de San Pascual preside el barrio de los pastores de La Camarona. Construido recientemente, es un airoso pilar de ladrillo con decoraciones geométricas sobre una basa blanca de bloques de cemento. La hornacina con la imagen del santo se abre a los cuatro lados. Al recuerdo pertenecen los peirones de la Sierra y Cuesta de la Varguilla, dedicados a la Virgen de la Peana.
De los pocos vía crucis con estaciones fijas en la Comarca de Calatayud, uno de ellos está en las calles del barrio de San Martín. Se conservan los peirones correspondientes a las Estaciones VII, VIII, IX, X, XI y XIV, pues el resto están embutidos en fachadas. Cada escena de la pasión está formada por doce baldosas de colores brillantes. Es un vía crucis de ida y vuelta, que sale de la iglesia de San Francisco, va hasta el Calvario y de nuevo retorna al templo.
El término de Ateca es muy extenso, casi 8.500 hectáreas, formado por sus propias tierras más las agregadas de los desaparecidos pueblos de Manubles y Monegrillo. En el kilómetro 4 de la carretera a Torrijo de la Cañada se encuentran los restos del pueblo de Manubles, desaparecido como consecuencia de la ocupación y saqueo de las últimas guerras medievales con Castilla. Todavía se conserva la parte posterior de lo que fue iglesia o ermita de Santa María de Manubles y, en lo alto del cerro, lo que fue un aljibe, que todavía conserva la bóveda, conocido como La Mazmorra. Muy cerca, en la carretera está la moderna fuente de Oñate. Monegrillo se encuentra en la margen derecha del río Monegrillo y apenas se identifica con unos pedregales. Según la tradición, quedó despoblado a consecuencia de una peste. Sus tierras pasaron a ser comunes de Ateca, Moros y Bubierca, dedicándose exclusivamente al ganado lanar.
En el barranco del Val se conserva escondida entre los pinos una nevera en buenas condiciones, construida en ladrillo, posiblemente en el siglo XVII, que debió ser propiedad de la Cofradía de la Soledad, que la utilizaba como fuente de ingresos con la venta de la nieve.
Por la Casa de los Catalanes, la mayor finca cerealista de la comarca, un camino se dirige hacia Cervera. En sus inmediaciones encontramos el Puente Pelo, un arco natural sobre un barranco y la Fuente del Piojuelo, un poco más arriba, ya en la antigua Dehesa de Armantes, que todavía conserva la vieja casa, aunque en estado ruinoso. Por estos parajes fueron rodadas escenas de la película Los Cuatreros. En un cerro inmediato se levanta el Chalet de Hueso, desde el que se domina una amplia panorámica. Desde allí, el Cerro de Maño-Maño aparece en toda su magnitud.
En el Jalón, el azud de Debajo de San Blas alimenta las acequias de La Losa y Compén; el azud de Piedra, en el río de dicho nombre y término de Castejón de las Armas, alimenta la acequia Piedra que, además de su función de riego, hasta hace poco movía los molinos harineros, central y fábrica de chocolates que hubo en el barrio de San Martín; azud de la Solana, en el Jalón, también en el término de Castejón.
En el Manubles nacen varias acequias de menor importancia en azudes carentes de obra alguna. Cabe destacar el acueducto de la acequia de Carravieja, de dos ojos, hecho de sillares y mampostería, conocido como Canal del Val.
El Cantar del Mío Cid narra la conquista del castillo de Alcocer y la permanencia del épico héroe castellano durante varias semanas. Los parajes de La Mora Encantada y Torrecid, situados uno enfrente del otro y separados por el Jalón, documentados hasta el siglo XVII como Torre de Alcocer y Otero del Cid, respectivamente, se identifican con el tan discutido Alcocer y el otero redondo, fuerte e grand donde el Cid asentó su campamento.
Conserva Ateca diseminadas por su extenso término varias ermitas.
A la entrada del pueblo, viniendo desde Terrer, está la ermita de San Blas. Construida a principios del siglo XVII y reconstruida posteriormente, es un edificio de forma rectangular, cubierto por bóveda de cañón con cuatro arcos perpiaños. Una pequeña espadaña en la fachada principal sustenta una campana. Guarda en su interior un retablo dedicado al santo, su vida y milagros. En las paredes cuelgan algunos exvotos que expresan el agradecimiento de algunos fieles por los favores recibidos.
La ermita de San Lorenzo está a unos cuatro kilómetros del pueblo, a orillas de la carretera que va a Munébrega, en un pequeño altozano sobre la vega del Jalón, desde donde se contempla una bella panorámica hasta Calatayud. Es rectangular, de piedra y tapial, con cubierta de rollizos, teguillos y teja árabe. Consta de dos habitáculos: el templo propiamente dicho y un refugio con puerta independiente al exterior. Inicialmente se construyó en honor a San Sebastián cuando se hundió la vieja.
La ermita de Santiago es una de las más antiguas del término municipal, de planta rectangular, con dos arcos diafragma y contrafuertes en el exterior. El titular original de esta ermita fue San Cristóbal. Situada en lo alto de un puntiagudo cerro, ocupa una situación privilegiada para contemplar una panorámica única de amplios horizontes, desde el Moncayo a las sierras de la provincia de Guadalajara, desde la sierra Vicor hasta la de Cetina.
La ermita de San Gregorio se encuentra a un kilómetro al norte del pueblo, sobre un altozano, a orillas de la antigua carretera Valencia-Soria. Es un edificio rectangular, con cubierta de madera y teja, apoyada sobre arcos diafragma. Al norte tiene una estancia abierta con acceso desde el exterior, y al este un cubierto para refugio que antes era para labradores y caballerías en caso de tormenta. La ermita, rodeada de un frondoso encinar hasta el XVIII, estuvo dedicada a San Toribio. Al roturarse los alrededores y plantarse de viñas, se dedicó a San Gregorio, abogado de las plagas de la vid.
La ermita de la Ascensión está situada en un cerro que fue término del desaparecido pueblo de Manubles, antiguamente llamado cerro de San Asensio, paraje terciario de arcillas rojas y conglomerados, poblado de pinos que ocultan barrancos y cárcamas. Es una ermita pequeña, rectangular, con pórtico a modo de refugio, construida de piedra y tapial.
Dejamos constancia de otras ermitas desaparecidas o en ruinas: San Roque, Santa Cruz, San Julián, San Sebastián el viejo y la primitiva ermita de San Lorenzo.
El parque y monumento a San Cristóbal se encuentra junto a la carretera de Jaraba, en el mojón de Ateca y Castejón de las Armas. El monumento es una obra sencilla, consistente en un monolito que sustenta en lo alto una rueda y un volante. A sus pies, unas gradas con un altar y una imagen de San Cristóbal tallada en piedra. El parque consta de dos plazas a distinto nivel, rodeadas de coníferas.
La partida de Montenuevo, una finca agrícola con casa, casas de pastores, lagares, horno, corrales, palomar, alberca, eras y pajares, pertenecía a don Vicente Florén Villalvilla, quien a finales del siglo XIX puso en marcha toda la estructura agropecuaria necesaria para la explotación de la finca. El conjunto fue comprado en el año 1929 por la Confederación Hidrográfica del Ebro, que más tarde incorporó al terreno inicial nuevas partidas contiguas, unas particulares y otras del ayuntamiento, hasta formar el extenso paraje actual plantado de pinos, que recibe el nombre global de Montenuevo. Del caserío arruinado destaca un singular palomar exento, que conserva en sus cuatro paredes interiores 400 nidos de barro cocido. Muy cerca está la fuente de La Almunia, escondida en una concavidad, de la que brota un hilo de agua fresca, cuyo nombre responde a su función, pues regaba unos pequeños huertos. Más tarde posibilitó la creación de unos viveros de repoblación forestal.
Lejos de los cuatro mil habitantes que estuvo a punto de alcanzar a mediados del siglo XIX, o casi de los tres mil quinientos de 1950, la población actual de Ateca apenas supera los dos mil habitantes. Su situación estratégica hizo de la villa el centro de un nudo de comunicaciones de ámbito comarcal que propició su comercio y hospedería. Se conservan las edificaciones de varias posadas: El Mesón de Propios o Mesón del Rey, construido por el ayuntamiento en el camino real a finales del siglo XVIII, la posada de Ibarra y la de San Ignacio, en la carretera, ambas del siglo XIX.
La venta de la Casa Blanca, en el inicio de la Cuesta de la Varguilla, y la venta de La Toba nacieron con la construcción de la nacional II. Esta última, en dirección a Bubierca, está ubicada en un bello paraje. Detrás del arruinado edificio, la Fuente de la Toba se esconde en la roca, bajo la sombra de tres castaños de indias; en lo alto del monte pizarroso que está sobre la venta se yergue un espléndido palomar de planta rectangular, posiblemente el mayor de toda la comarca, con centenares de nidales en las cuatro paredes de su interior.
En la segunda mitad del XIX Ateca alcanzó su máximo desarrollo industrial, gracias a la mejora de las comunicaciones. Se montaron fábricas harineras, alcoholeras, de chocolate o centrales eléctricas, que han ido desapareciendo dejando paso a otras de embalajes, muebles, textil y confección.
Su designación como cabeza de partido judicial, de 1834 a 1965, y la concesión en el XIX de mercado y feria atrajo un gran número de parroquianos y tratantes de pueblos vecinos, propiciando un floreciente comercio que decayó en la década de los cincuenta del siglo pasado.
Las tierras arcillosas de Armantes y alrededores han propiciado desde tiempos remotos la materia prima a los tejares locales, el tejar del Val y el del Jalón. También la alfarería ha estado presente en la historia de Ateca en la figura de Jerónimo Martínez Villarmín, hermano del popular Puchericos de Villafeliche, en el paraje de San Antonio. Sus cántaros, macetas, huchas y juguetes estuvieron presentes en todas las ferias de los alrededores.
La tradición musical de Ateca es muy fuerte. La primera banda de música u orquesta de la que se tiene noticia nació en 1842 bajo la dirección del organista de la iglesia, funcionando desde entonces casi ininterrumpidamente. La banda de música actual depende de la asociación cultural Agrupación Musical Atecana, financiada con las cuotas de socios y alumnos, actuaciones y ayudas oficales. La Banda de Tambores y Trompetas nació en 1974 bajo el patrocinio de la Hermandad de la Soledad, constituida como Asociación de tambores y trompetas de la Soledad. Actúa en las procesiones y oficios de Semana Santa, así como en los desfiles de las fiestas locales. Otros grupos de canto y baile que tiene Ateca son la Asociación Coral Harmoniai y los grupos de jota Ecos del Jalón y Otero del Cid. Desde principios del siglo XX conocemos la existencia de rondallas y tañedores como Manete, Fonso El Herrero, el tío Antón, Julio El Ciego y, actualmente, Cocote, que pusieron su maestría en enseñar a tocar de oído a muchas generaciones.
Baltasar Gracián vino a Ateca con un año de edad a residir con su familia cuando en 1602 su padre fue contratado por el concejo como médico del lugar, donde ejercería durante 18 años. En Ateca tuvo el pequeño Baltasar sus primeras vivencias, dio sus primeros pasos, practicó sus primeros juegos y aprendió sus primeras letras. Aquí nacieron y fueron bautizados siete de sus hermanos, entre ellos Lorenzo, que sería su ahijado, y con cuyo nombre firmó sus obras, fueron confirmados tres de ellos y se casó su hermana Teresa.
Aunque nacido en Zaragoza, Julio Cejador (1864-1927), era hijo del atecano Pascual Cejador y de Ana Frauca, de origen vasco. Ingresó en la Compañía de Jesús, pasándose luego al clero regular. Fue un filólogo extraordinario que dominaba varias lenguas muertas. Entre su numerosa obra destaca El Lenguaje, de doce tomos, donde hace un estudio comparativo de todas las lenguas para deducir cuál de ellas es la primitiva, desarrollando la audaz teoría de que se trata del euskera.