Un paseo de sacristías 2017

Un paseo de sacristías 2017
Recorrido temático guiado por esos pequeños e interesantísimos museos de arte religioso que son las sacristías, alojadas en destacados rincones de los templos bilbilitanos y que son desconocidas para la gran mayoría de la población. Comenzó el itinerario a las cinco de la tarde del sábado 30 de diciembre, en el atrio de la colegiata del Santo Sepulcro.

 

Desarrollo del recorrido:

INTRODUCCIÓN. ATRIO DE LA COLEGIATA DEL SANTO SEPULCRO

Bienvenidos al sexto Paseo de… organizado por la asociación Torre Albarrana. Comenzamos hace seis años con un particular recorrido, justo por estas fechas y mostrando los retablos de la Navidad. Desde entonces nos propusimos continuar paseando, por lo menos una vez al año, para mostrarles rincones tradiciones y diversas peculiaridades de Calatayud.

En más de una ocasión hemos visitado los principales templos bilbilitanos pero en pocas nos hemos metido hasta la “cocina”, así que hoy vamos a descubrir lo que guardan las sacristías.

Sacristías para todos los gustos, desde la monumentalidad constructiva de la de Santa María a la antigüedad de la de Nuestra Señora de la Peña o la sencillez de la de San Andrés, que cobijan pequeños pero destacados tesoros que iremos destacando.

 

1. IGLESIA DE SAN ANDRÉS

Esta sala es una edificación moderna que ocupa el lugar de una construcción anterior a juzgar por los restos que aparecen junto a la entrada. Hasta hace poco estuvo adornada con los carteles que servían para explicar el catecismo en los años 40 del pasado siglo y se ha ido convirtiendo en una improvisada pinacoteca al recoger, además de los propios, los cuadros que colgaban de las paredes de la iglesia. Así de ella proceden Santiago Matamoros, San Sebastián, San Miguel, Santa Águeda, la Virgen del Pópulo y San Vicente Ferrer, y es de éste de quien vamos a hablar.

Nació Vicente en Valencia el 23 de enero de 1350, se hizo dominico y destacó como filósofo y predicador. En 1398, en Aviñón, tuvo una visión que le hizo marchar a predicar por Europa, sobre todo en Italia y España. Participó activamente en la resolución del Cisma de Occidente y en el Compromiso de Caspe. Fundó en su ciudad el primer orfanato documentado de la historia. Fue reclamado para asistir al Concilio de Constanza pero prefirió la predicación por tierras francesas en donde murió en 1419. Tras el estudio de los 860 milagros, tenía merecida fama de milagrero y fue canonizado tan solo 16 años después.

En esta pintura, sostiene el santo en la mano izquierda las Sagradas Escrituras y una vara de azucenas que representan su pureza y recuerdan que en su juventud no aceptó a dos damas que se enamoraron de él. En ese mismo lado, abajo, dos mitras y un capelo cardenalicio rechazados por el dominico. En el otro lado un cielo que se abre para mostrar a la corte celestial y a Cristo en majestad entre la Virgen y San Juan Bautista juzgando a los hombres que se encuentran a sus pies. Singular y recurrente es la postura del dedo índice de la mano derecha, que tiene su intríngulis de tal forma que en su tierra le llaman “San Vicent el del didet”. Dicen que de los ochocientos y pico milagros antes reseñados, el dominico realizó la mayoría levantando este dedo hacia el cielo. Menos veraz, por lo incomodo, es la historia que cuenta como sus superiores le habían prohibido hacer más milagros, o por lo menos dosificarlos: paseaba Vicente por una calle cuando vio caer de un andamio a un albañil, el fraile levantó el dedo señalando una altura en la que el caído quedó parado, y con el dedo en esa postura acudió a sus superiores para preguntar si debía o no salvar al hombre. La filacteria que sobrevuela al santo sería seguramente la frase más célebre de sus sermones: “Temed a Dios y dadle gloria porque ya llega la hora de su juicio”. Esta rotundidad del mensaje dominico así como que entrara en las ciudades seguido por un buen número de disciplinantes ha dado lugar a numerosas leyendas. Se cuenta que a Calatayud vino en la segunda década del siglo XV predicando por primera vez en esta iglesia (al salir verán un cuadro en el que pone “En este púlpito predicó San Vicente Ferrer”, por cierto, hay un cuadro con el mismo texto en la catedral de Valencia). Parece que la iglesia se quedó pequeña para albergar a los fieles que acudieron a escuchar al santo, por eso decidieron que predicara en la plaza mayor, y algunos recordarán unos azulejos en la desaparecida casa del reloj con un retrato suyo en recuerdo de dicha predicación. Nuestra hermosa plaza del mercado también quedó insuficiente, con lo cual se tuvo que echar a los montes y predicar en los lugares que hoy recuerdan los dos peirones o pilones, uno en el barrio de San Roque y otro en la Longía. En este último se cuenta que, embobado escuchando el sermón, un niño cayó monte abajo y el propio santo evitó que sufriera daño alguno. Dice la tradición que cuando predicaba en uno de los pilones se escuchaba en el otro y al revés.

También se atribuyen a este santo algunas maldiciones, como por ejemplo que al llegar a Palma de Mallorca pidió posada y al negársela auguró que la ciudad se hundiría en el interior de una de las cuevas tan abundantes en la isla. En Calatayud tampoco nos libramos, dicen que pidió agua y como nadie se la dio predijo que llovería en nuestra ciudad hasta que el agua llegara de pilón a pilón. Parecida profecía achacan también a San Roque quien, en un celestial enfado, dijo que su perro bebería agua a morro desde su ermita. Menos mal que nuestro olvidado paisano Íñigo, con su lema “Defiendo a mi ciudad”, aseguró que mientras él fuera patrón de Calatayud esos malos augurios no tendrían lugar.

Preside la sala un hermoso crucificado del siglo XVIII del que recientemente hemos tenido noticia: desde una Universidad mejicana se ha contactado con el profesor Criado Mainar, historiador de la Universidad de Zaragoza, para solicitar información sobre los crucificados de la iglesia de San Andrés (sacristía y calvario en la nave), porque podrían ser esculturas huecas elaboradas con pasta de la caña de maíz como las que se hacían en Méjico antes del descubrimiento. Se ha constatado que efectivamente no son de madera y están huecas. Todavía es una incógnita su origen y que hayan venido a parar a esta iglesia.

 

2. REAL COLEGIATA DE SANTA MARÍA LA MAYOR

Esta sacristía es en la base rectangular aunque con la ayuda de las veneras que hay en las esquinas acaba siendo ochavada en la altura. La cúpula descansa sobre un entablamento al que dan pie doce capiteles corintios apoyados en ménsulas con rocalla, de los que salen otros tantos nervios que sirven para crear un óvalo en el centro de la techumbre del que cuelga un angelote que sostiene la lámpara.

Tres de los lados de la sala están ocupados por cajoneras, sobre las de los frontales dos altares rococó dedicados a la Inmaculada, el más cercano a la puerta, y a Cristo crucificado el otro. A ambos lados de éste, dos armarios de nogal con la hidria y el Ave María. Frente a la ventana otros dos fantásticos armarios destinados a guardar el tesoro de la colegiata cuyas puertas nos enseñan lo que contenían: el de la derecha cálices, reliquias e incensarios y el de la izquierda custodias, copones, vinajeras y lavabos. Completan el adorno los cetros colegiales. Cuelgan de las paredes unas cuantas cornucopias y un cuadro de la Virgen de la Merced. El resto de adornos se encuentran en el museo del claustro, a excepción del reloj de pared.

El diseño de la sacristía corresponde a un proyecto global en el que se concibieron a la vez desde las cajoneras a la bóveda, pasando por los retablitos. Según un reciente estudio, realizado por Rebeca Carretero, parece ser que el encargado de dicho proyecto fue el carmelita calzado fray José Alberto Pina hacía 1735. En cualquier caso existe documentación de que ya estaba en pleno uso en 1743.

 

3. IGLESIA DE SAN PEDRO DE LOS FRANCOS

La sacristía de esta Iglesia es de planta cuadrada, está cubierta por bóveda de crucería simple y destaca la lacería de inspiración mudéjar del intradós de los nervios que apoyan sobre angelicales cabezas, en el centro de la bóveda una clave barroca con los atributos de San Pedro: la tiara y las llaves. El calaje es obra de nogal del siglo XVII, pareciendo posterior la custodia y el sagrario que presiden el centro de la pared y que casi con toda seguridad se usarían para la reserva del Santísimo el día de Viernes Santo. Los cuadros que adornan la sala parecen obra de algún discípulo de Pedro Aibar Jiménez quien pintó otros de mejor calidad para la capilla de San Joaquín en la Colegiata de Santa María.

Adoración de los pastores. La escena se representa en el portal de Belén instalado en lo que parecen las ruinas de un templo romano, lo que significa que Jesús viene a destruir los mitos paganos y a establecer un nuevo orden. Pasamos de la antigua Ley y el Antiguo Testamento a una nueva Ley y al Nuevo Testamento. Destacamos al arcángel que señala a un pastor joven con una oveja en sus hombros en lo que parece una profecía de la parábola del Buen Pastor, a sus pies un perro descansando que es símbolo de misericordia, justicia, paz y verdad, las virtudes que vendrían con la llegada del Mesías.

 

Adoración de los Reyes. Vamos a aprovechar la presencia de este cuadro para recordar la simbología de los Reyes y de sus presentes: son tres, por las tres personas de la Santísima Trinidad.

También fueron tres los hijos de Noé quienes, tras el diluvio, marchan por el mundo: Sem se establece en Arabia, Cam en África, y Jafet en Europa. Por lo tanto aparecen las tres razas, aunque parece ser que a Baltasar se le comienza a representar de color negro a principios del siglo XV en Alemania. Desde luego, en los mosaicos de Rávena, los tres Reyes son blancos.
Representan también las tres edades del hombre: juventud, madurez y ancianidad. Las ofrendas son: oro, que ofrecen al Niño como rey, o para aliviar la pobreza de la Virgen. Se relaciona con la Caridad y por eso, en ocasiones, Melchor aparece vestido de rojo. Incienso, que ofrecen al Niño como Dios, y para mejorar el olor del establo. Se asocia con la fe y por eso en ocasiones Gaspar viste de blanco. Mirra, como hombre mortal, que también sirve para matar los gusanos del pesebre. Se asocia con la esperanza de la resurrección y por eso Baltasar suele vestir de verde.

Laura Blasco (clarinete) y Roberto Pérez (trompeta), integrantes de la Agrupación musical Pascual Marquina de Calatayud, pusieron la nota musical al paseo interpretando en este templo:

Adaptación de un fragmento de La danza del hada del azúcar de El cascanueces de Tchaikovsky.

Arreglo para dos voces de El canto de la Sibilia, para coral, de Antoni Riera.

 

4. REAL COLEGIATA DEL SANTO SEPULCRO

La capilla de San Blas no es propiamente una sacristía, aunque durante muchos años se consideró como tal. Viendo la estructura de la iglesia, en la que la simetría es fundamental, hace pareja con la capilla de la Virgen del Carmen, que tuvo su propia sacristía y hacía las veces de local de la Adoración Nocturna en un ala del claustro.

Lo más destacable desde el punto de vista artístico de este espacio son las cuatro imágenes del siglo XVIII, colocadas a los pies de la sala, que representan a San Miguel, San José, la Inmaculada y San Jorge, y fueron traídas desde Roma a la desaparecida iglesia de Santiago. De la misma época, dos grandes esculturas de la Magdalena y San Miguel flanquean el retablo de Nuestra Señora de Bolduc, lienzo del siglo XVII, venerada en la iglesia de San Gabriel de Bruselas, que fue un regalo de la familia L’Hotelerie y Faloix, emparentados con el Barón de Warsage, cuyas armas coronan el retablo y figuran además en la sepultura en la que se supone fue enterrado don Manuel Gilman de L’Hotelerie en 1832, aunque no se llegó a estrenar. Es sabido que las campanas tienen nombre y la mediana de esta colegiata, que según tradición popular contiene fundidas con el bronce tres monedas de plata de las que Judas recibió por vender a Cristo, lleva por nombre Virgen de Bolduc, como nos cuenta don Mariano del Cos. También indica que esta venerada imagen ha obrado en Bélgica más de 40.000 milagros y resucitado muchos muertos. Vemos depositado en este retablo un templete del siglo XVIII con la Santa Faz, utilizada antiguamente en las ceremonias religiosas de Cuaresma y Semana Santa.

En el testero un retablo del siglo XVII dedicado a la Piedad, flanqueada por Santa Isabel de Portugal, única y moderna representación de esta santa zaragozana en nuestra ciudad y San Blas que sustituye a una imagen de vestir anterior. Este retablo procede de la capilla del antiguo hospicio y, al aparecer en el banco una imagen de San Clemente, es muy posible que, al cerrarse el hospital de Misericordia, los retablos de su capilla pasaran a las fundaciones jesuíticas, quedando el mayor en el hospital municipal y éste en el antiguo hospicio.

Destacamos los dos cuadros con ángeles portando atributos de la pasión y, por su valor documental, el cuadro de las indulgencias concedidas por Benedicto XIII a esta Colegiata, realizado en 1853, en el que podemos ver una interesante procesión con monaguillos, macero, el crucífero, los ciriales, los beneficiados y canónigos, el prior escoltado por dos canónigos con el gremial procesional, que es la tela roja que lleva delante, y que en este caso sirve para separar y diferenciar al prior del pueblo. Posiblemente el uso del gremial sea un privilegio dado al prior, así como el uso del báculo que lleva, por bula otorgada en 1385.

Como curiosidad, un cuadro pintado por un lugarteniente de la orden del Santo Sepulcro que regaló en las primeras jornadas de estudios sobre la orden celebradas en 1991.

La sacristía actual es una sala alargada con calajes de los siglos XVII y XVIII, adornada por cornucopias y en la que destacan dos espejos flamencos enmarcados en ébano y con el espejo de plata. Entre los cuadros sobresale una obra de algún autor italiano, posiblemente de la escuela de Tiziano, que representa un Ecce Homo y del que encontramos una copia en grabado en el palacio de los duques de Gandía.


Interesante y singular es el cuadro que representa a Santo Tomás de Villanueva quien aparece con los atributos de arzobispo, en este caso de Valencia, como deja clara la imagen del Miguelete que se ve al fondo. Curiosamente accedió a este cargo por error de un escribano: Carlos I, quien decía de él que cuando predicaba conmovía hasta a las piedras, lo quiso nombrar arzobispo de Granada pero Tomás renunció. Años después al elegir al arzobispo de Valencia dictó al escribano un nombre pero éste por falta de atención escribió el de Tomás, al ir a firmar el decreto el rey se dio cuenta del error y el secretario dijo de rehacer el escrito pero su majestad pensó que, aunque el propuesto era otro, al de Villanueva lo designaba Dios, aun así tuvo que ser su superior en la orden de los agustinos quien le ordenara que aceptase el cargo. Aparece con una bolsa en la mano izquierda y con actitud dadivosa en la derecha porque una de sus mayores preocupaciones fue el sustento de los más necesitados. Otra de sus inquietudes fueron los toros, arte que detestaba y que consideraba de pecadores. Como nada suele ser casual en las pinturas, está de pie porque en muy pocas ocasiones se sentaba en público, y podemos ver que tiene bastante mala cara ya que, aunque llegó casi a los setenta años y la causa de su muerte fue una angina de pecho, siempre tuvo una salud delicada sufriendo de gota y de una gran hernia inguinal que le impidió acudir al concilio de Trento.

Además un calvario, un San Lorenzo, los desposorios místicos de Santa Catalina o el desollamiento de San Bartolomé, una Santa Faz y una Virgen del Pópulo adornan esta sala. Completan la decoración el Cristo del XVII, un busto de San Blas de la misma época y dos interesantes planos del baldaquino del presbiterio que se suponen obra del escultor encargado de realizarlo: el barbastrense Félix Malo.

 

5. IGLESIA DE SAN JUAN EL REAL

Esta sacristía está compuesta por tres salas rectangulares comunicadas por artísticos arcos, pudiéndose prolongar la del fondo con la espaciosa sala capitular. En las salas pequeñas lo primero que llama nuestra atención son dos estupendas fuentes de piedra negra que hasta hace poco estuvieron coronadas por sendos querubines de madera en su color y además fueron usadas hasta los años 90 en que se inutilizaron porque se encontraban continuamente atascadas. La fuente es un elemento fundamental en las sacristías, a pesar de que en Calatayud sólo nos quede este ejemplo. Hay de dos tipos: fuente propiamente dicha y piscina; esta última suele acabar en un pozo ciego o en un vaso de arena para que se absorban directamente los deshechos sagrados como el agua sobrante de las vinajeras, el agua de lavar los corporales, etc. Las fuentes a su vez también se clasifican en dos tipos: antemisan y postmisan, siendo la primera para uso exclusivo del sacerdote.

En la primera sala además de San Mamés o los Santos Crispín y Crispiniano encontramos los retratos de dos Venerables bilbilitanos. Al fondo Fray Domingo de Jesús María Ruzola, a quién nombraremos en el Santuario de la Peña y, en un lateral, Fray Ignacio García de la Fuente que nació en nuestra ciudad el 28 de septiembre de 1641 y murió en Calamocha el 5 de noviembre de 1719. Venerable franciscano, poeta, profesor de teología y filología, misionero, gran predicador y fundador del seminario de San Roque de Calamocha en 1690. En el ámbito poético destacó en la creación de saetas que se extendieron por toda España e Hispano América. Una saeta es una poesía cortita que podríamos decir de advertencia, famosa es en nuestra tierra la que reza: “El demonio al oído te está diciendo, deja misa y rosario sigue durmiendo”. Y como ejemplo de las de Fray Ignacio podemos citar: “Confiésate pecador, que cuando más descuidado puedes morir en pecado” o “Nadie pecará si advierte que a Jesús condena a muerte”.

De las carpinterías de esta sacristía destacan las puertas de nogal de estilo rococó, realizadas en nuestra ciudad en el siglo XVIII, que contienen alegorías marianas (no hay que olvidar que este templo estaba dedicado en origen a la Virgen del Pilar), así como los dos calajes del siglo XVII de los arcángeles y el del XVIII del crucificado. En este último sobresalen la obra de taracea y la interesantísima decoración de la cajonera superior con curiosos animales fantásticos. El otro calaje sostiene dos armarios con un arcángel en cada puerta. De izquierda a derecha: San Miguel, San Rafael, San Uriel y San Gabriel. Muy notables son también las esculturas del siglo XVII de tres santos jesuitas, la magnífica talla procesional del Cristo de la coronación de espinas y las dos grandes tallas procedentes del convento de la Merced.

En la sala opuesta destacamos el cuadro de Nuestra Señora del Pópulo. Esta advocación de María “Salus Populi romani” es una pintura atribuida a San Lucas, venerada en la Basílica de Santa María la Mayor de Roma. Recientes investigaciones apuntan a que realmente se trata de una obra del siglo X. Propagadores de la devoción a este icono fueron el jesuita San Francisco de Borja y don Rodrigo Zapata y Palafox, uno de los responsables de que esta Orden fundara en nuestra ciudad, quien ordenó traer desde Roma una copia para que fuese patrona de la congregación de estudiantes de la Asunción que también fundó. Este cuadro pasó por todas las iglesias que la Compañía tuvo en la ciudad y, cuando se encontraba en la del colegio de la calle de las aulas, una devota de San Ignacio y de esta imagen, la Sierva de Dios Isabel Povar, natural de Villarroya, recibió grandes favores y milagros de la Virgen que le habló en numerosas ocasiones, lo cual justificaría que de esta advocación, en principio no demasiado común, se conserven en nuestra ciudad cuatro cuadros: dos en esta iglesia (tantos como en la catedral de Sevilla) y los de las sacristías de San Andrés y del Sepulcro como ya hemos visto.

Iconográficamente tiene unas cuantas peculiaridades, destacamos primero la forma de las manos de la Virgen que en vez de ofrecer al niño hacia el espectador, como es habitual, lo atrae hacia sí. El color granate del traje de María simboliza la Pasión y el azul del manto el inequívoco símbolo de la Virgen. La cruz que adorna el manto a la altura de la frente es símbolo de los escogidos y María fue la primera predestinada, la estrella en el hombro derecho representa a la Estrella de la mañana del Apocalipsis que anuncia la venida de Cristo. Lleva en su mano izquierda un pañuelo que simboliza al imperio romano vencido por el cristianismo y, al ser blanco, también la paz y, por supuesto, recuerda las lágrimas que derramará María en el Calvario. El niño va vestido de un regio dorado o amarillo que representa a la luz que brilla en la Tierra. Sostiene con la mano izquierda el libro de los Evangelios. Tampoco es casual la postura de las manos, la derecha de la Virgen enseña dos dedos que simbolizan las dos naturalezas del niño, la divina y la humana, el niño bendice con la derecha representando lo mismo con los dedos que tiene más pegados y las tres personas de la Santísima Trinidad con el resto. Llaman la atención las sandalias de Jesús y no es casual que así sea porque el calzado tiene gran simbolismo en la Biblia. Por ejemplo, los sacerdotes judíos prestaban sus servicios descalzos porque nadie podía estar calzado en presencia de Yahvé luego, en este caso, nos recordaría la divinidad del Niño. Juan el Bautista dice de él que no es digno ni de quitarle el cordón de la sandalia. La noche de la Pascua los judíos tenían que cenar calzados, preparados para iniciar la marcha después de la cena y, en este caso, simbolizarían el camino que Jesús nos va a enseñar. Pero además el calzado servía para marcar una propiedad y así se nos enseña en el libro de Ruth y por ello este niño lleva sandalias como señor de la tierra.

Bajo el cuadro encontramos un tenebrario que se usaba en el oficio de tinieblas de Semana Santa. La forma triangular representa a la Trinidad y las quince velas, que generalmente eran de cera en su color salvo la del vértice que era blanca, se iban apagando según se rezaban los salmos. Finalmente sólo quedaba encendida la más alta que para unos representaría a Cristo y para otros a la Virgen. En este último caso las otras catorce representarían a los once apóstoles y a las Tres Marías presentes en la Crucifixión, y la de la Virgen, también presente, permanecería encendida por ser la única que no dudó de la Resurrección, la única con una fe firme y no menguante como el resto.

En la sala capitular son varias las obras que merecen una atención especial: el sitial mudéjar que procede de la desaparecida parroquia de San Juan de Vallupié, obra que se contrató a los hermanos moros Farax y Brahem el Rubio en 1456 y es copia del que habría en el presbiterio de Santa María. También son notables las puertas del armario del tesoro que, según algunos expertos, podrían ser obra de un joven Francisco de Goya y que representan a la Asunción de la Virgen y a nuestro patrón San Iñigo. A los pies de María los apóstoles contemplan extasiados su subida a los cielos y a los pies del santo aparece él mismo luchando contra el demonio representado en forma de dragón.

Destacable es también el cuadro de San Francisco de Asís que, según las investigaciones llevadas a cabo para su restauración, podría pertenecer a la escuela de Zurbarán. El marco es reciclado y pertenecería al cuadro de San Juan Bautista que hay en la iglesia y que es una interesante copia de Tiziano.

Hay dos notables cuadros de los apóstoles Pablo y Pedro que pudieron formar parte de algún apostolario desaparecido. Pedro mostró en su restauración que realmente no era Pedro sino Andrés ya que aparece la cruz aspada de San Andrés y una escena de su martirio. Aún así se respetaron en estos trabajos los símbolos de Pedro que son las llaves y la daga ensangrentada, aunque evidentemente estos atributos son posteriores.

Acabamos con los dos retablos relicarios que se cambiaron a la iglesia de Sediles por el magnífico retablo renacentista de San Juan de Vallupié, obra de Damián Forment y Juan de Moreto. De este retablo, auténtica maravilla, se conserva en esta iglesia la imagen del titular que preside su retablo mayor. En aquella época las reliquias eran un buen tesoro y seguramente se creyó que habíamos salido ganando.

 

6. REAL SANTUARIO DE NUESTRA SEÑORA DE LA PEÑA

Por su situación estratégica, este templo ha sufrido un elevado número de achaques a lo largo de la historia correspondiendo su aspecto actual a una gran restauración concluida en 1853. Las sacristías, vieja y nueva, son en realidad capillas del antiguo templo mudéjar levantado a finales del siglo XIV tras la Guerra de los dos Pedros.

Presidida por un Crucificado, la sacristía nueva es en realidad una pequeña capilla cubierta con bóveda de crucería simple incluida en el conjunto de capillas de la primitiva iglesia que comienzan en la de San Francisco Caracciolo para acabar en la de la Virgen de la Sierra, después de pasar por detrás del camarín de la Virgen.

La sacristía vieja, más interesante, ocupa parte de las capillas antedichas y de la gruta en la que, según la tradición, apareció la Virgen recién concluida la reconquista de Calatayud.

Lo primero a destacar en esta sala es el cuadro de Miguel Ruzola cuyo texto dice: “El venerable padre Fray Miguel Ruzola, bilbilitano, hermano del venerable padre Fray Domingo Ruzola, ambos hijos de este convento de Calatayud; a cuyas expensas sustentole para estudiar en la Universidad de Salamanca, fue el segundo graduado en Teología en la Universidad de Zaragoza y llegó a ser su decano, fue insigne predicador que ocupó los púlpitos más graves de estos reinos, fue prior de Calatayud, Pamplona y Zaragoza y murió en este su convento de Calatayud de edad de más de 70 años en opinión muchísima virtud y santidad. La siempre augusta, leal y noble ciudad de Calatayud y la segunda del nobilísimo reino de Aragón antepuesta por los reyes, es madre fecunda de santos y sabios pues cuenta 18 de señalada virtud y milagros. 15 sabios e ilustres poetas, y entre ellos Marcial, sus escritos son la admiración del orbe. Cardenales, obispos, arzobispos, inquisidores, secretarios de reyes, capitanes, generales, virreyes y embajadores”.

Nació Fray Miguel en Calatayud el 8 de abril de 1547 y, además de lo que se narra en el texto del cuadro, fue Vicario Provincial de Aragón y Definidor de su provincia, destacando también como poeta místico. Falleció en el convento de Carmelitas de Calatayud en 1615.

Delante de la pintura, una talla muy popular de San Roque traída por Emilio Navarro. En lo escultórico destacaremos también la imagen de San Bernabé apóstol que procede de su propio retablo en la capilla de la Virgen de la Sierra y que fue sustituido recientemente por una imagen moderna del Corazón de Jesús, que hacía pareja con el de María que vemos en esta sala. En lo pictórico resultan interesantes los cuadros de gran tamaño con la Inmaculada y San Juan Bautista; aunque destaca entre todos el Llanto sobre Cristo muerto, oleo sobre tabla del siglo XVI que representa a un ángel colocando el cuerpo de Jesús en el sepulcro ante la lastimosa mirada de su madre.

San Pío mártir se supone que fue un soldado romano, como así quieren atestiguar sus ropas, que seguramente se convertiría al cristianismo durante las persecuciones de Diocleciano. Como muchos otros sufriría martirio como atestigua la palma que lleva en la mano, y su cuerpo sería enterrado en una de las catacumbas. Tras el concilio de Trento surge en la cristiandad una gran devoción por las reliquias y es entonces cuando muchos de estos cuerpos salen de las catacumbas y se exponen en los altares, sirvan como ejemplo San Vicente en la Malaha (Granada) o San Hermión en Méjico. No sabemos con certeza cómo el santo que nos ocupa vino a parar a manos de una familia bilbilitana que acabó cediéndolo para su custodia al monasterio de las Salesas. Piensen ustedes si pondrían esta urna en su casa junto a la cómoda de la abuela o, peor aún, junto a la estantería Jaspanka de Ikea. Las monjas cumplieron con su vigilante cometido pero al cerrar el convento llamaron a la familia para que recogieran la reliquia de San Pío y lo dejaron para su custodia, porque en este cuarto de azulejos de cocina no hay quien lo venere, en el santuario de nuestra patrona.

En los últimos años se adornó el entorno del camarín con objetos de distintas procedencias: las campanas de las Salesas, alguno de los mantos con los que se vestía, siguiendo los designios de la moda, a la Virgen de la Peña que además se adornaba con coronas, rostrillos y cetro (lo que hizo que la mano de la Virgen se reparase o sustituyese por lo menos tres veces), las reliquias colocadas en las aras de muchos altares desaparecidos en Calatayud y los restos calcinados del trono de nuestra patrona cuando fue quemada la iglesia en 1933.

Como colofón, Laura Blasco y Roberto Pérez interpretaron un fragmento de La marcha del Cascanueces de Tchaikovsky y una selección de villancicos populares.

Reliquias de nuestra historia es lo que hemos visitado esta tarde, en la que la asociación Torre Albarrana ha tenido la pretensión de hacerles pasar un rato agradable. Si esta intención se ha cumplido y además hemos conseguido que aprecien en su valor estas joyas del patrimonio bilbilitano, y que por conocer un poco más a Calatayud se vayan con la sensación de cariño aumentado hacia nuestra ciudad, nos damos por satisfechos. Esperamos que el próximo año tengamos una buena idea que llevarnos al folio y se pueda plasmar en otra singular visita.

Muchas gracias a todos por su asistencia y feliz 2018.