La Máscara de Ateca

 

La Máscara es una de las celebraciones más singulares de la Comunidad de Calatayud. Pertenece al patrimonio festivo de la villa de Ateca y tiene lugar los días 2 y 3 de febrero, aunando las festividades del día de la Virgen de las Candelas y de San Blas, patrón de Ateca.

 

Se trata de un personaje grotesco que ejerce de bufón del pueblo en distintas apariciones estelares, muy definidas por un ritual en el que se mezcla lo religioso y lo profano. Pese a conocerse como “Máscara” lleva el rostro al descubierto desde 1880. Viste con un traje de tela con franjas verticales de color rojo y amarillo, compuesto por pantalón, chaqueta y gorro de casquete, rematados en picos de cuyos extremos prenden pequeños cascabeles que alertan de su presencia y que tienen un papel destacado en el desarrollo festivo. Una espada y una tapa de puchero o cobertera, a modo de escudo, completan el uniforme.

El 2 de febrero a las 12 de la mañana, festividad de la Candelaria, es el primer día que la Máscara, desde el ayuntamiento, sale a las calles del pueblo para perseguir a los chicos que le acosan, insultan e intentan arrancarle los cascabeles de la ropa.

Durante el recorrido entra en distintas casas y locales donde va dando la bendición y recibiendo diversos obsequios, como dulces y tabaco, ya que la Máscara no sólo persigue y huye de los más pequeños, también bendice a todos los que lo piden, como si estuviera dotado de poderes sobrenaturales. Para ello golpea con la espada la cobertera y la coloca sobre las cabezas de los que quieren su protección para el año que acaba de comenzar.

Términos como “angulema”, “mascaruta” o “robajamones” son las burlas e insultos más usados por la chiquillería para ofender y provocar al personaje, quien intenta evitar que le arranquen los cascabeles, defendiéndose con el sable y protegiéndose con el escudo.

La segunda salida, el mismo día por la noche, también comienza en la calle. Se vuelven a repetir las persecuciones de la mañana hasta llegar a la Plaza de España, junto a la gran hoguera que se habrá encendido sobre las nueve, donde se degustan moscatel y pastas.

Cuando la pira está casi consumida, la Máscara salta las brasas y es aclamada por la multitud asistente que, sin mucho esperar, forma un corro alrededor de la hoguera cantando El puente de Alcolea, antigua canción muy conocida en la localidad, cuya letra dice:

En el puente de Alcolea

había un puchero roto,

le pegaron un balazo

y cayó del puente abajo.

Al pasar el río,

al pasar el río,

a mi tío Antón

le llegaba el agua,

le llegaba el agua

hasta el calzón.

El 3 de febrero, día de San Blas, se celebra la misa mayor a las once y media. En la puerta de la iglesia de Santa María espera la Máscara para incorporarse a la procesión que se inicia, después de la misa, con la imagen del santo, hasta su ermita, a los pies del cerro al que también da nombre el mártir.

 

Durante el trayecto, la Máscara no persigue a nadie, únicamente va dando su bendición a los espectadores o acompañantes que lo solicitan, poniendo la cobertera sobre sus cabezas.

Mientras, cientos de personas se han ido instalando en lo alto del cerro de San Blas provistos de manzanas (según la tradición, piedras), recortando el horizonte, a la espera de que la Máscara inicie su ascenso para arrojárselas a modo de proyectiles y tratar de impedirle la ascensión.

Cuando la procesión llega a la ermita recita un dicho ante la imagen del patrón y cambia su pequeño escudo por uno de mayor diámetro antes de comenzar la subida al cerro y recibir la lluvia de manzanas.

Al culminar su empeño, los asistentes forman un enorme corro, como el de la noche anterior en la plaza, para entonar de nuevo El puente de Alcolea. Al terminar, los más pequeños, se precipitan hacia la Máscara para quitarle los cascabeles que le puedan quedar. Después regresa a la ermita, recita otra copla al santo, recupera su cobertera y acompaña a la procesión de regreso a la iglesia.

 

Existen distintas versiones sobre su origen y significado. Se puede relacionar con fenómenos similares en todo Aragón, como el Cipotegato en Tarazona y otros personajes grotescos que, desde el siglo XVII, salían en las vísperas de las fiestas corriendo tras los chicos o acompañando procesiones. También se relaciona con antiguas tradiciones que utilizaban a un personaje como símbolo de los males ocurridos durante el año o que adelantaban la llegada del Carnaval, el tránsito entre el invierno y la primavera. Aunque en el caso de la Máscara atecana concurren características especiales que la unen con un episodio de nuestra historia: los enfrentamientos entre realistas y liberales en la segunda mitad del siglo XIX.

Sea cuál sea su historia, lo cierto es que la Máscara forma parte de la tradición de Ateca y aumenta la riqueza etnológica del Aragón festivo.

Las fiestas de san Blas fueron declaradas de interés turístico regional el 5 de septiembre de 1995.

(Fuentes consultadas, publicaciones de José Ángel Urzay Barrios y Jesús Blasco Sánchez)