Villarroya de la Sierra

Villarroya de la Sierra

(Texto parcialmente reproducido de la obra Cultura popular de la Comunidad de Calatayud, escrita por José Ángel Urzay Barrios, y publicada en Calatayud por el Centro de Estudios Bilbilitanos y la Comarca Comunidad de Calatayud, en 2006.)

De los más de 3.000 habitantes con los que llegó a contar Villarroya, apenas quedan 500 en lo más crudo del invierno. Un paseo por sus calles revela la importancia que tuvo la población en siglos precedentes. El color rojizo impregna los viejos barrios de la localidad, defendidos por murallas, de las que restan interesantes tramos, y dos castillos: el castillo de la Reina, muy arruinado, propiedad privada, y el castillo del Rey, una poderosa torre restaurada que domina el caserío. De las puertas y portillos medievales, permanecen en pie la Puerta Añeja, con una hornacina de la Virgen de la Sierra, y la Puerta del Arco. Casi todas las casas atesoran bodegas, muchas ya hundidas o cegadas, que configuraban una Villarroya subterránea, unida por pasadizos.

El quiosco de la música de 1929 ha sido hasta hace unos pocos años el único existente en toda la comarca de Calatayud. Llama la atención del visitante la Casa Grande, un edificio palacio del siglo XVIII, con fachada tardo-barroca de ladrillo. Situada enfrente del ayuntamiento, la iglesia de San Pedro Apóstol conserva en su interior interesantes retablos, una capilla destinada al culto de la Virgen de la Sierra y otra al Cristo del Consuelo.

La fuente, el abrevadero y el lavadero están debajo del Casino. Fue construida la fuente en el siglo XVI por Gabriel Meçot, el mismo morisco de Terrer que hizo la fuente de Paracuellos de la Ribera, ambas de factura similar. Todos los monumentos anteriores se distribuyen en torno a la plaza, uno de los espacios cívicos más interesantes de toda la comarca.

Villarroya fue a principios del XX un importante centro comercial de toda la zona del Ribota y del Manubles, con establecimientos de tejidos y de confecciones, ferreterías, tiendas de muebles y de alimentación. Los compradores llegaban por todos los caminos comarcales que la unían a los pueblos cercanos. La posada de la Señora Lidia, que permaneció abierta hasta la década de los setenta, llegó a disponer de 30 habitaciones. Acudían a ella viajantes, mulateros, tocineros y otros vendedores.

En el pueblo operaban cinco hornos a la vez, dos herradores para las caballerías y dos fraguas. Hubo fábrica de harinas, molino harinero, un alfarero, Larriba, que fabricaba cazuelas y pucheros y una fábrica de alcohol de los Esteve de Calatayud, que conserva la torre de 1921 y un espléndido mosaico en la fachada de la casa. Villarroya contaba incluso con juzgado propio, privilegio de Felipe V por su ayuda en la guerra de Sucesión.

Además de las carnicerías particulares, organizaron los vecinos una administración de la carne. Consta documentalmente que ya estaba funcionando en 1910. Poseía dos ganados propios, con sendos pastores y una dehesa. El carnicero contratado vendía el carnero a un precio estipulado y cobraba por cada res. Cada día el pastor llevaba las reses a la carnicería, donde se pesaban y se mataban. Dos mujeres iban a por el menudo, lo limpiaban por su cuenta y lo repartían por las casas en un pozal, a cambio de un poco de dinero. Los pastores cobraban unas pesetas al día y podían llevar en el rebaño reses propias. Duró este sistema hasta la década de los sesenta.

Un hospital atendía a la gente pobre, enferma y sola, a transeúntes y a gitanos. Se recuerda aún el caso de una gitana, que dio a luz en una cueva y fue llevada al hospital para su recuperación. Un matrimonio de hospitaleros se encargaba de cuidar las instalaciones. Del edificio quedan las arcadas de la lonja de la planta calle.

Resulta sorprendente todavía, a pesar de su progresivo deterioro, el pinar del Señor Perico, una iniciativa de Pedro Aguarón, casado con la dueña de la posada, que mandó construir ese parque-jardín en 1934, proporcionando con ello numerosos jornales a la gente trabajadora. Se llamaba oficialmente el pinar de Joaquín Costa. Es el único monumento y homenaje al costismo de toda la comarca. El parque fue diseñado para el disfrute de todo el pueblo. Dejaba libros en el interior del monumento y rincón de Joaquín Costa para que la gente libremente los leyese. Plantó en ese paraje árboles, cuya fruta podían coger los pobres: Todo enfermo pobre está autorizado para pasar el día en esta finca y coger la fruta que haya. Construyó también para ellos un pequeño refugio. Resulta conmovedor el afán didáctico de su creador, quien sobre el cemento todavía fresco de los bancos, paredes y escalones escribió frases de Joaquín Costa, alusivas al pensador o simplemente referidas al respeto de la naturaleza: La crueldad con los pájaros endurece el corazón y dispone a ser también crueles con las personas. Respeta los nidos. Diseminados por los pinos y cipreses construyó pequeños embalses y acequias, símbolos de la política hidráulica. También hizo plantar pinos en el paraje llamado Pinar de la Estación.

El Casino Agrícola está formado por unos trescientos socios. Había sido fundado por labradores fuertes, pero luego se fue apuntando el que quiso. Son todavía muy recordados los bailes que organizaba en días señalados, como Año Nuevo o Reyes. Era obligatorio que las chicas fueran con medias a bailar y los chicos, con chaqueta. No podían dar calabazas a los mozos, los cuales tenían la obligación de acompañarlas a su sitio una vez bailada la pieza, siempre por la derecha. En el descanso, los galanes llevaban a las chicas a refrescar pasteles y licores. Acudían a bailar desde pueblos cercanos como Calatayud o Villalengua. Ahora preparan vermú y baile el día de Reyes.

Se construyó un teatro de propiedad municipal, que todavía está activo. Durante algunos años se bailaba en el escenario. También proyectaban cine los jueves y los domingos. Se representaban obras e incluso llegó a formarse un grupo de teatro local, dirigido por Pascual Serrano Ladrón de Guevara. También actuaban los chicos y chicas de las escuelas. Cuando llegaban las fiestas, quitaban las butacas para prepararlo como salón de baile.

La plaza de toros de La Dula, remozada periódicamente, sigue siendo el escenario de toros y vaquillas. No es una plaza redonda, sino cuadrangular, aprovechando el espacio de la antigua dula de las caballerías. Se celebran en ella festejos taurinos, organizados por la peña taurina El Salcedo, que mantiene la tradición taurina en Villarroya.

El frontón junto a la carretera lleva escrita en su parte alta la fecha de 1948.

Villarroya ha contado siempre con una fuerte tradición musical. La banda de música, la Unión Musical Villarroyense, conocida como La Veterana, fue fundada en el año 1845. Como el resto de las bandas de la comarca, tocaban por los pueblos para sacar algún dinero. Ha sabido mantener su continuidad hasta nuestros días, integrada ahora por chicos y chicas jóvenes, más algún veterano. Dos personajes vinculados con el mundo de la música han nacido en la villa. Bernabé Martí, casado con Montserrat Caballé, tocaba en la banda el saxofón y cantaba en los actos religiosos, lo que permitió oír su voz a personas que le ayudaron a desarrollar su carrera musical como tenor. Juan José Lorente, escritor y periodista, compuso los libretos de La Dolorosa y Los de Aragón.

El término municipal de Villarroya es muy extenso, más de 9.000 hectáreas. Abarca parte de la vega del Ribota, tierra de cultivo en secano y una buena porción de la Sierra de la Virgen. Encontraremos en él despoblados, ermitas, la finca de caza de Valdemaguillo, embalses, pinares, carrascales, incluso un alfar romano que fabricaba terra sigillata.

La viña ha sido siempre una riqueza de Villarroya. Hasta cinco millones de kilos de uva eran vendimiados cada año. La cooperativa, inaugurada en 1956, comercializa algunos productos agrícolas y produce excelentes caldos, que se exportan fuera de España.

La ermita de la Santísima Trinidad era la iglesia de un pueblo ya abandonado en la Edad Media llamado Vadillo. Sorprende la rotundidad de su ábside románico, centinela de todo el valle medio del Ribota. Al lado está El Estanque, que riega la vega. Aún recuerda la gente mayor que cuando lo vaciaban para limpiarlo, los hombres aprovechaban la limpieza para pescar las tencas que habían quedado en el fondo.

En el arranque del camino a la Virgen de la Sierra se conserva un vía crucis, cuyas estaciones ascienden por una cuesta hasta una zona más llana, en la que empezamos a ver cuidadas viñas, cerezos y almendros. Por el antiguo camino de subida al santuario se llega hasta el peirón de San Miguel, ya en el pinar. Es un bello peirón con grada de piedra y fuste de ladrillo. La hornacina contiene una baldosa con la imagen de San Miguel. Antes hemos dejado a la derecha El Pingorote de la Zorra, una bella zona de cárcamas, llamada así porque en esa zona tenían su guarida estos animales. Hasta aquí se acercan aún los chavales para comerse el palmo el día de jueves lardero.

Más arriba está El Salcedo, paraje umbroso que mantiene una fuente y una gran balsa redonda. Durante varios años fue sitio de viveros de pinos para repoblación. Aún se conserva una casa y árboles ornamentales que se plantaron entonces, como cipreses y castaños.

La Casa, Hospital y Hospedería de la Virgen de la Sierra está situada en lo alto de un pico de la sierra, a más de 1.400 metros de altura. La vista desde lo alto del santuario es verdaderamente espectacular. Nos aseguran que los días claros es posible divisar las torres del Pilar de Zaragoza. Es un edificio complejo, formado por iglesia, sacristía, casas y habitaciones. Ha desaparecido la torre frontal y toda el ala derecha, que estaba destinada a hospital y hospedería. La ermita, encerrada en el interior del edificio, mantiene íntegro todo su sabor de centro de peregrinación y religiosidad populares, con sus exvotos y cuadros de fieles agradecidos.

De las dos neveras cercanas al edificio, una ha sido reconvertida en pozo sanitario, mientras que la otra se mantiene en buen estado de conservación.

La leyenda de la Virgen es similar a la de otros lugares: una imagen que se aparece sobre un roble a un pastor en El Salcedo para ordenarle que se levante un santuario en lo alto del monte. La imagen lleva una sierra de aserrar en su mano derecha como emblema de su nombre, lo que suscita dudas sobre el significado de la palabra sierra de su advocación. El santuario fue ampliado progresivamente y desarrolló un complejo sistema organizativo para su mantenimiento, formado por administradores, santero y servidores. El santuario de la Virgen de la Sierra fue el más importante de toda la comarca de Calatayud. Martínez del Villar lo situó incluso en el vértice de un triángulo esotérico y mágico que protegía todo el arcedianato de Calatayud. Su fama de Virgen milagrera alcanzó todos los pueblos del contorno.

La capilla de la Virgen de la Manzana está en la finca de El Horcajo, otro antiguo despoblado medieval. Aún vivieron allí hasta mediados del siglo pasado renteros y pastores. La imagen se guarda celosamente en una casa particular de Villarroya.

Hubo otras ermitas, todas desaparecidas: la de San Bartolomé, sobre el monte de las eras; San Sebastián, encima de la estación de tren y San Blas, en el cementerio actual.

Villarroya conserva en su extenso término un patrimonio de carácter popular muy interesante que es necesario preservar. Al arreglo del hermoso puente de Caratorrijo debe seguir la restauración de otros enclaves, sobre todo el Pinar de Joaquín Costa.