Sisamón

Sisamón

(Texto parcialmente reproducido de la obra Cultura popular de la Comunidad de Calatayud, escrita por José Ángel Urzay Barrios, y publicada en Calatayud por el Centro de Estudios Bilbilitanos y la Comarca Comunidad de Calatayud, en 2006.)

Sisamón se levanta sobre un cerro rocoso desde el que se aprecian los amplios campos de cereal y los bosques inmensos de sabina. A lo lejos vemos silueteado el Villar de Calmarza. Conserva interesantes restos de fortificaciones medievales, con la enorme torre del castillo, varios lienzos de murallas y una puerta abierta en los muros.

La cuidada iglesia parroquial está consagrada a San Martín. Destaca en su interior la capilla barroca dedicada a San Pascual Bailón. Está rodeado el templo por dos amplias plazas, que realzan su estructura. Uno de sus muros acoge un sólido frontón, cuyo color verde contrasta con las paredes del templo.

En la parte baja del Barrio Nuevo está la fuente, el pilón y un lavadero semicubierto. La sencilla fuente de sillería es similar a otras de la comarca; sus tres caños se cobijan bajo un amplio arco de medio punto.

A la entrada del pueblo nos recibe un peirón, cuyo nombre se desconoce, rodeado de viejas eras y cerca de un navajo. El tronco está construido con piedra de sillería, la basa está muy deteriorada y el edículo ha desaparecido.

Hubo otro peirón en el camino hacia Alconchel, pero desapareció. Posiblemente se tratase del peirón de San Pascual, que, según aparece en la solapa de un misal en la Virgen del Castillo, fue construido el primero de octubre de 1912, a expensas de Victoriano Burgos Yagüe.

Se conserva la ermita de la Virgen de la Carrasca, en la ladera de un monte, cuya cima es conocida como la plaza de toros. En el suelo de la explanada está clavada la piedra de la Virgen, en el lugar donde la leyenda dice que se apareció. Existía también al lado un palomar, que fue derribado. Había en el interior de la ermita una lamparilla de plata con aceite, pero la robaron. Fue dramático para la población el robo de la imagen de la Virgen de la Carrasca, que fue sustituida por otra nueva. Era tradición, mantenida todavía por algunos, traerle los ramos de novia.

A varios kilómetros del pueblo, en el viejo camino a Castilla, es imprescindible visitar la Torre de los Moros, en el extremo de un espectacular sabinar. Las ramas de las sabinas eran conocidas como el pan de los pobres, pues la gente más humilde preparaba grandes cargas que luego vendía en otros pueblos cercanos para sacarse unas perras. A mitad de camino de la torre está la Peña del Ruido. Cuando pasaban junto a ella, colocaban en una hendidura el oído porque se escuchaba un rumor, como una corriente de agua o de aires. Ahora ya no se oye nada. En el camino pasamos junto al navajo del Pozo, tristemente recordado porque en él se ahogó un joven pastor cuando se bañaba.

Debería ser obligatorio para los amantes de la tierra ir en primavera hasta Sisamón atravesando el puerto del Solorio, entrar en la localidad por la irónica señal de tráfico que reza Sisamón centro y alcanzar el castillo para contemplar desde allí el paisaje de las sabinas protectoras, del mar de cereal circundante, en un término que es mojón de Zaragoza, Soria y Guadalajara. Visitar cada cierto tiempo un lugar es preservarlo del olvido y del abandono.