Miedes de Aragón

Miedes de Aragón

(Texto parcialmente reproducido de la obra Cultura popular de la Comunidad de Calatayud, escrita por José Ángel Urzay Barrios, y publicada en Calatayud por el Centro de Estudios Bilbilitanos y la Comarca Comunidad de Calatayud, en 2006.)

Miedes está situado en la cabecera del valle. Una buena visión de estas tierras se obtiene desde el cerro donde estuvo la ermita de la Magdalena de la que no queda ni rastro. La vista del término es espectacular. Debajo están Los Barrancos, con un hondonada llamada el Lagar de las Zorras, una zona de cárcavas.

La plaza conserva una hilera de soportales enfrente del ayuntamiento y un viejo frontón adosado a una de las paredes de la iglesia. En sus alrededores vemos buenos ejemplares de casas aragonesas de ladrillo.

El monumento más singular de Miedes es la medieval Torre del Reloj, torre exenta con planta cuadrada de estilo gótico, fortificada y construida de sillería. Es única en toda la comarca, acostumbrados como estamos a las torres mudéjares de yeso, mampostería y ladrillo. Desde ella se bandeaban las campanas con fuerza hasta que perdían bando, es decir, hasta que daban una vuelta completa sin producir toque. Así lo hicieron hasta el año 1973, en el que fueron cambiadas las estructuras de la torre. Junto a ella está la iglesia de San Pedro Apóstol.

El convento de Madres Concepcionistas fue levantado en el siglo XVII, patrocinado por la Comunidad de Aldeas de Calatayud, imitando a la ciudad de Calatayud, cuyo concejo había habilitado para monjas el convento de San Benito. Fue construido en el paraje de la ermita de San Blas. La iglesia es un edificio con planta en cruz latina, con capillas entre los contrafuertes, comunicadas entre sí.

La magnífica fuente renacentista del siglo XVI y su pilón, ambos de piedra de sillería, nos recuerdan a las fuentes de Villarroya y otros lugares de la comarca. El gran arco protege los cuatro caños de agua. Al otro lado de la calle está el lavadero cubierto, uno de los mejores de la zona, donde todavía es frecuente ver como lavan la ropa las mujeres, actividad cada vez más difícil de observar en nuestros pueblos. Adosado al lavadero hay otro alargado pilón.

Miedes conserva seis peirones, que vigilan todos sus caminos. El peirón de San José, está a la entrada del pueblo, viniendo de Mara, a la sombra de unas acacias y situado en un entorno de cuevas excavadas en la roca. Su enorme edículo con la imagen del santo descansa sobre un fuste de ladrillo caravista.

El peirón de San Miguel, en el camino de Ruesca, fue restaurado en los años ochenta. Sobre su rotunda base cúbica de cemento se asienta un estilizado tronco de ladrillo, que sostiene el edículo con la capilla y su imagen.

En la carretera de Codos el peirón de la Virgen del Pilar tiene grada cuadrangular y basa, ambas de piedra. El tronco de ladrillo está dividido en tres cuerpos, marcados por cornisas. La capilla está incrustada en el cuerpo central.

Situado en el viejo camino a Daroca, también fue necesario restaurar el peirón de la Virgen de la Cabeza, sujetando el ladrillo con cemento. La capilla está incrustada en el segundo cuerpo del tronco. El cimacio también es de ladrillo con tejadillo de doble vertiente. En una finca cercana al peirón se conserva el arca de la fuente, de mampostería revocada con añadidos posteriores, que recogía el agua para su conducción al pueblo.

No son visibles ni la grada ni la basa del peirón de San Joaquín. El cuerpo es de ladrillo. El edículo, seguramente posterior, es más estrecho, rematado en una pequeña cruz de hierro.

Desde el peirón de San Juan, en el camino de las Caleras y de los Sordos, al otro lado del río Perejiles, obtenemos una buena vista del casco urbano y de la vega. Es un sencillo peirón de ladrillo, restaurado en su parte inferior.

En la llanura que se alarga hacia Langa, El Campillo es la zona cerealista. Está repartido en lotes que se entregan a los recién casados; si fallece la persona a quien se adjudicó y su hijo no se casa, éste sigue con el campo hasta su muerte. Allí está el navajo del Ronquillo. Durante la guerra civil se habilitó un campo de aviación, que no llegó a utilizarse.

En el Campo Alto quedan casetas de piedra que servían como refugio en caso de mal tiempo. La llanura está salpicada de montones de piedras sacadas de los campos para facilitar las labores agrícolas. Grandes manchas de espliego, que se cortaba para extraer lavanda, ponen el colorido y el olor al monte.

En el camino de Langa, junto al incipiente río Perejiles, aún se mantiene en pie la Venta de Miedes, a la que se llega subiendo río arriba, en medio de un agradable paisaje de pinares, viñedos y árboles frutales, entre ellos dos enormes ejemplares de perales de Don Guindo. Muy cerca hay un gran navajo y varias parideras. La venta estaba en el camino zaragozano, que desde Villafeliche iba hacia Zaragoza, una vieja ruta olvidada.

Aguas abajo del pueblo, en la margen derecha del río, se conserva íntegro el edificio del molino y sus dependencias, con las enormes piedras en la puerta de entrada. Es una obra de adobe y mampostería, con un interesante alero de ladrillos planos. Todavía es posible ver el sistema de derivación de agua por una pequeña acequia hasta el cubo, donde se almacenaba.